¡Qué bueno que la Secretaría de Hacienda presume el chaleco blindado financiero contra la peor crisis porque a este paso pronto lo podríamos usar!
Han pasado ya ocho meses desde que el presidente Andrés Manuel López Obrador canceló la construcción del aeropuerto en Texcoco, a lo que atinadamente Citibanamex llamó el error de octubre, y todavía no acabamos de ver todas las consecuencias negativas de esa determinación.
No solo fue la cancelación de la obra de infraestructura más importante del país, con un avance del 30%, sino que mandó el mensaje que la seguridad de las inversiones llega hasta donde las ideas presidenciales lo permiten.
Y ahora hay una nueva vertiente de este caso que lleva a una prueba de la autonomía del poder judicial, por aquello de las suspensiones definitivas logradas por ese grupo de ciudadanos plenamente identificados en el colectivo “No Más Derroches”.
El presidente volvió a utilizar la misma fórmula de Texcoco, pero ahora en La Laguna.
La cancelación del Metrobús de la Laguna tiene todos los elementos que justamente hacen de la confianza un valor en riesgo en esta administración.
A mano alzada, sin método ni control, ante los microbuseros, simpatizantes de Morena, pero opositores al proyecto del Metrobús, el presidente organizó una de esas consultas improvisadas que sirven para validar decisiones arbitrarias que claramente fueron previamente asumidas.
Es un proyecto con un 80% de avance, que debería comunicar la zona de La Laguna entre Durango y Coahuila.
Lo que sucede a partir de aquí es que los gobiernos locales buscarán terminar el proyecto sin los recursos comprometidos por el gobierno federal y lo tendrán que hacer en un ambiente de tensión con los transportistas que alzaron la mano para no perder sus prebendas y que tienen ahora le manto presidencial.
La afectación local es grave, pero hay repercusiones nacionales por la incertidumbre que reitera el poder ejecutivo con este tipo de decisiones arbitrarias.
La desconfianza que generan este tipo de determinaciones repentinas no abonan a las propias metas de la 4T de crecer al 4% al año y de, como lo dijo López Obrador con sus otros datos, que 60 empresas inviertan 60 mil millones de dólares en este 2019.
La disciplina fiscal que tiene este gobierno como mantra no es suficiente para lograr un país con crecimiento y estabilidad macroeconómica. Sin confianza no hay inversiones y sin éstas no hay crecimiento.
La calidad de los ajustes presupuestales tampoco han sido los mejores para garantizar que la maquinaria gubernamental funcione adecuadamente.
No es ahorro sino creación de más problemas la falta de presupuesto en áreas estratégicas, como la generación de energía, o en temas tan sensibles socialmente como la falta de compra de medicamentos.
La calidad del gasto en infraestructura, con proyectos inviables, también es contraria a una sensación de certeza respecto a la salud financiera, sobre todo cuando hay focos rojos del tamaño de la situación financiera de Petróleos Mexicanos.
Puede parecer un asunto muy local que los habitantes de La Laguna se queden sin su Metrobús, pero la repercusión de esta decisión tiene implicaciones para todos.