Acaso sólo en los rompimientos, sólo en los divorcios, terminamos por entender la naturaleza de la relación que fue.
Desde Miguel Herrera que asegura que Oribe Peralta no fue referente del América (¿y entonces por qué lo hizo capitán?), hasta el propio delantero que hoy pone la importancia de Chivas sólo por detrás de la selección (tras no pocas declaraciones burlonas hacia el Rebaño en el pasado), sin olvidar a Tomás Boy que ahora le califica como el mejor delantero mexicano de la última década (en la que Javier Hernández –¡de alma rojiblanca!- ha hecho goles para Mánchester United y Real Madrid, así como en tres Mundiales).
Sin embargo, la palma se la lleva José Luis Higuera con sus palabras a Marca Claro: “las excepciones son las que confirman la regla, es una situación que no debe pasar, es una convicción, no es algo que se vaya a modificar, lo tenemos muy claro, pero hay excepciones que confirman la regla. Aquí no debe haber jugadores del América, esta es una excepción”.
Vale la pena explicar al directivo chiva que la coherencia deja de ser tal en cuanto recurre a escudos disfrazados de excepciones: o se cree en algo o no se cree.
En realidad, si Higuera hubiese sido sincero, su excepción habría sido diferente: el tema no es con el histórico Oribe, sino con el dinero. El mercado no ofrecía al Guadalajara la opción de encontrar gratis a un atacante con ese liderazgo y oficio. Así que en cuanto el América deseó aligerar su nómina y el medallista de oro se inconformó por estar abocado a la banca, las piezas embonaron para el Chiverío. Esa fue la excepción genuina: tener a alguien con esa relevancia histórica disponible sin el pago de traspaso y al acérrimo rival tan dispuesto no sólo a solapar el adulterio, sino hasta a cooperar para que fuera consumado.
En Italia esto no sería de escándalo. Es inmenso el listado de quienes han militado incluso en los tres grandes (Juve, Inter, Milán), empezando por Giuseppe Meazza en los años treinta y continuando con titanes como Roberto Baggio, Christian Vieri o, más recientemente, Zlatan Ibrahimovic y Andrea Pirlo. En España sólo acontecería con el pago de la cláusula de rescisión o quedando libre de contrato el crack (el primero fue el caso de Figo; el segundo de Luis Enrique), bajo la premisa obvia de resulta doble el efecto: debilitarse al tiempo que se fortalece en rival. En Alemania es común que el Bayern se quede lo que quiera del Dortmund (por estos días Mats Hummels va de regreso al Borussia, como ya lo hizo Mario Götze). Y en Inglaterra es tan impensable que la última vez que un futbolista brincó directo entre Liverpool y Mánchester United fue en el remoto 1964, más de medio siglo sin negociar.
La única forma de que el legado de quien dejó tanto se difumine, es yéndose al puerto de mayor animosidad. Oribe, consciente siempre de sus decisiones, no estará sorprendido con eso. Ni siquiera de escuchar que el seleccionador que lo llevó como titular indiscutible a un Mundial y luego le dio el gafete de capitán del América, hoy le pretenda bajar del escalafón que con tantos títulos y sudor se ganó.
Twitter/albertolati