Sin prisa la adolescencia no es tal, y ahí estaba Andrés Guardado en su primera Copa del Mundo pensando que, acaso, su sueño se estaba evaporando.
Tenía 19 años y su vínculo con el Tri ya podía guiarse bajo una frase de ese Principito que, años más tarde y bajo inspiración del gran Luis Omar Tapia, le sería colocado como apodo: “¿Los hombres? El viento los lleva, pues no tienen raíces y no tenerlas les causa amargura”.
Raíz ya desde entonces atípicamente sólida, que desde un principio unió al tapatío a la selección.
Un par de meses antes, al ser incluido por Ricardo La Volpe en el plantel para Alemania 2006, su casa se había convertido en una verbena: amigos, familiares, vecinos, celebraban en multitud que ese adolescente, con tan poco rodaje en primera división, fuera convocado.
El Tricolor enfrentó en la primera ronda a Irán, Angola y Portugal, sin que el prodigio atlista fuera considerado. Según narraría después, en los entrenamientos escuchaba al seleccionador decirle, “Nene, eres malísimo, no sé para qué te traje”, tan extrañas siempre las terapias de choque del formador La Volpe.
Muchos jóvenes se hubiesen caído en el acto, pero Guardado aprovechó al máximo su oportunidad como titular contra Argentina en octavos de final. Por más de una hora voló por su banda, desquiciando a los albicelestes y dotando a México de un brillo inexistente en la primera ronda. Frustrado por el gol de Maxi Rodríguez en tiempos extra y por la inoportuna lesión que le sacó del encuentro, pudo dejar el estadio de Leipzig viendo hacia el cielo y con otra frase del Principito de Saint-Exupery: “Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día, cada uno pueda encontrar la suya”.
Sin embargo, para Sudáfrica 2010, ya consolidado en la liga española, su estrella mundialista seguía esquivándole. Esta vez, Javier Aguirre no confió del todo en él y, al cabo de una nueva hora contra Argentina en octavos de final, fue sustituido para observar desde afuera cómo terminaba de hundirse aquel proyecto mexicano.
Al menos desde el exterior, nada pintaba para ser distinto en Brasil 2014. En el proceso previo de Miguel Herrera no había indicios de que Guardado fuese a ser indispensable…, hasta que lo vimos en un nuevo rol: a mayor responsabilidad recibida, mayor liderazgo y entrega. Puede decirse que desde entonces, y ya han pasado cinco años, ha sido el alma de ese representativo: en buenas, malas y regulares; ante rivales exigentes o discretos; en ratos de euforia o crisis.
Situación que no varió en Rusia 2018 y que a este paso será en su quinto Mundial, Qatar 2022.
El niño en el que creyó La Volpe (al tiempo que de palabra le ninguneaba), ese cuya casa se llenó de vecinos para escuchar cómo era convocado a su primera Copa del Mundo, va por las canchas deglutiendo récords.
Muy pronto, por ejemplo, será quien más veces haya vestido la casaca nacional.
Twitter/albertolati