Entre los niños de procedencia africana que se amontonaban ante el Estadio Olímpico intentando vender algo a los turistas durante Atenas 2004 –una botella de agua, algún suvenir barato, golosinas, cigarros sueltos–, pudo estar él.
Como muchos de ellos, un fantasma en esa capital: sin derechos, sin apoyo, sin papeles, sin recursos, sin ojos que se posaran en su mirada…, incluso sin nacionalidad. Sí, el hoy jugador más valioso de la NBA, Giannis Antetokounmpo, era apátrida hasta hace no demasiados años.
Hijo de inmigrantes nigerianos, tuvo la mala suerte de ver su primera luz en un país que no brinda en automático la ciudadanía a quien nace en su territorio. Siendo ilegal el estatus de sus padres, portaba el nombre más común de la cultura griega y pronunciaba el inglés con cantarín acento heleno, pero era un espectro entre la remota Nigeria y la Atenas que le rechazaba (“mi vida la dejé entre Ceuta y Gibraltar”, como canta Manu Chao).
Ni de un lado ni del otro, todavía hacia el cierre de su adolescencia, cuando era evidente que ese gigante se transformaría en un titán del baloncesto, muchos protestaron que se le otorgara la nacionalidad del único sitio que ha sido suyo.
Sobreviviente de todo, el que fuera vendedor ambulante, el que enfrentó como primer miedo a la deportación, el que calzó zapatos rotos, encontró como nuevo rival a la extrema derecha griega. “Si le das a un chimpancé en el zoológico un plátano y una bandera, ¿ya es griego?”, preguntó espeluznantemente el líder de la agrupación Amanecer Dorado, explicando con esa declaración el parecido del logotipo de su partido con el nazi.
Concedida la ciudadanía cuando se convirtió en mayor de edad, Giannis cumplió con su servicio militar y habla con profundo conocimiento de la cultura a la que pertenece. Eso, sin olvidar que desde esta semana ya puede considerarse uno de los deportistas más importantes en la historia de Grecia –en esa cima le acompaña otro discriminado, tan hijo de la migración como Antetokounmpo: Pyrros Dimas, quien naciera en Albania y fuera maltratado al cruzar esa frontera pese a ser de etnia griega; el mismo Dimas que conquistó cuatro medallas olímpicas en halterofilia entre Barcelona 1992 y Atenas 2004.
En tiempos en los que en todo rincón del mundo se estigmatiza y teme al que luce diferente, Giannis es un grito de carne y hueso contra la intolerancia, contra la cerrazón, contra los prejuicios.
Finalmente, él no eligió dónde nacer ni dónde ser. Apenas sabía que su casa era ese empobrecido suburbio de Atenas llamado Sepolia, cuya etimología dice demasiado: “fuera de la ciudad”, como fuera inclusive de patria se crio el hoy MVP Giannis Antetokounmpo.
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