El camino sencillo a una autocrítica tendría que ser analizando sin bandera y con sinceridad la paupérrima calidad de esta Copa América.
El camino complicado implicaría revisar lo que alinean y en quienes se sostienen las principales selecciones sudamericanas: si Argentina sigue colgada de algún milagrito de Messi; si Uruguay no puede dejar atrás a su dupla Suárez-Cavani nacida 32 años atrás en la localidad de Salto; si Chile todavía depende de los semifinalistas sub-20 de 2007, Vidal, Medel, Alexis, Isla; si Brasil mantiene en la cancha a Thiago Silva y Dani Alves, a la par de vivir con las alarmas encendidas cuando no dispone de Neymar; si Colombia no deja de recargarse en Radamel Falcao y James Rodríguez; si Perú aún utiliza como centro gravitacional al muy veterano Paolo Guerrero… Demasiadas señales como para que Sudamérica se niegue a la realidad: su futbol está atorado en el tiempo.
Comparemos lo que se renovaron los gigantes europeos del Mundial 2014 a la fecha, con este escaso –o casi nulo– relevo generacional de los sudamericanos en los mismos cinco años.
Entonces comprenderemos por qué el viejo continente acumula cuatro títulos mundialistas consecutivos, por qué en ese mismo lapso sólo ha existido un americano en la final y tres en semifinal (tan evidente: de 16 semifinalistas, entre 2006 y 2018, 13 europeos). Sea por planeación, sea por estabilidad social, sea por recursos, sea por metodología, sea por infraestructuras, pero hoy en el futbol europeo se trabaja mucho mejor que en el americano.
Antaño la gran figura brasileña o argentina se veía desplazada antes de los treinta años por algún crack emergente. Hoy, eso sucede en Francia, Alemania, España, incluso en Portugal, Inglaterra y Holanda. Una permanente lucha por los puestos en el plantel que hace a todos mejores y beneficia a la alineación.
Hoy siguen brotando de Río de Janeiro y Buenos Aires costosísimos traspasos hacia los tiburones de la Champions League, aunque cada vez es más raro verlos triunfar en equipos nacionales amarrados a sus vacas sagradas.
Esta Copa América de gradas vacías y empates sin goles, de más reclamos que creatividad, de desempeños tan mecanizados como los que hace unos años criticaba Latinoamérica en Europa, de revoluciones apagadas, de emociones basadas en lo trabado y no en lo dinámico, tiene como epitafio el llegar a la ronda semifinal sin una sola figura que destacar.
Al cabo de cuatro cotejos sería para tener varias propuestas en la mesa para futbolista del torneo. Hoy, nada de eso. Dos semanas y media de certamen y continuamos esperando. A ver si en semifinales, pero cada vez lo dudo más.
Sin remedio, el futbol se va de nuestro hemisferio.
En Brasil, tenía que ser, yace la Copa América.
Twitter/albertolati