Palabras más propias de un novato que agradece su primera oportunidad, que de quien, a sus 41 años, ha jugado más partidos oficiales que ningún otro futbolista en activo: “Este es uno de los días más bellos y felices de mi vida. Hoy he confirmado que la vida es increíble, que es posible soñar”.
Ese tono ha utilizado Gianluigi Buffon para volver a la que fue su casa entre 2001 y 2018, la Juventus. La primera vez que fue presentado en las instalaciones del club turinés, ahí jugaban nombres que remiten a otra era: Antonio Conte, no tanto mayor que Gigi, y quien lleva dirigiendo trece años; Pavel Nedved, justo quien le dio la bienvenida ahora como directivo del cuadro bianconero; Ciro Ferrara, quien por entonces disputaba sus últimas campañas; Alessandro del Piero, David Trezeguet, Lilian Thuram e incluso Marcelo Salas, cuyo paso por la Juve no es tan recordado.
Para mantenerse tanta cantidad de años en la élite es necesaria cierta cuota de predestinación, aunque, en mucho mayor medida, de disciplina y pasión. Esa misma intensidad que se lee en las palabras utilizadas por Buffon al retornar, es la que le ha impulsado a continuar entrenando con máximo ímpetu, a no dejarse superar en hambre por quienes no han debutado, a ser autocrítico y entender que siempre es posible seguir aprendiendo, así como lograr suplir con oficio lo que inevitablemente se desvanece en físico.
22 años atrás debutó con su selección, convirtiéndose en el futbolista más joven en hacerlo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. En un mundo en el que llegar antes suele significar también fastidiarse más pronto, Buffon ha combinado esa precocidad con una maestría en longevidad.
A unos días de la Eurocopa 2000, cuando por primera vez era titular indiscutible con Italia, se lesionó en un amistoso ante Noruega. Confirmado que se perdía su primera gran cita como estelar, lloró pensando que se había esfumado su oportunidad.
Imposible hacerle entender el futuro que le esperaba, aunque, incluso sabiéndolo, el fuego de Gigi no se apagaría. Las lágrimas de frustración del año 2000 fueron idénticas a las de 2017 cuando no calificó al que hubiese sido su sexto Mundial, Rusia 2018: “No lo siento por mí, sino por la afición. Hemos fallado en algo que además era importante a nivel social”.
Y a nivel social, Gigi ha sido tan importante como bajo los postes. Lo cual es muchísimo decir.
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