La puesta en marcha de la Guardia Nacional el domingo 30 de junio llevó a la ceremonia una cubeta de agua fría: el jefe operativo del nuevo cuerpo -general en proceso de retiro de militar en activo a militar retirado Luis Rodríguez Bucio- alertó sobre el exceso de expectativas.
El problema, sin embargo, radica en que el alza en las expectativas fue fijada por las propias autoridades federales de seguridad y por la bancada de Morena, ambos en busca de su aprobación sin restricciones.
La Guardia nació, de acuerdo a su reglamento, con efectivos operativos de presencia y proximidad y con cuerpos de inteligencia e investigación. Y su área de acción será doble: los cárteles con formas de funcionamiento más o menos previsibles, con asentamientos en plazas identificadas, y los delincuentes al menudeo que roban sobre la marcha.
A los primeros se les puede acreditar los 12 mil 31 homicidios dolosos contabilizados oficialmente en el reporte enero-mayo de este año y a los segundos se les puede adjudicar los 426 mil 309 delitos contra el patrimonio o robos en todas sus modalidades.
El principal problema que enfrentó el inicio de funciones de la Guardia fue la ausencia de información de inteligencia sobre delincuentes. Y si bien no habrá de comenzar de cero, sí tendrá que reorganizarse todo el aparato de información policiaca y exigirle resultados inmediatos al Centro Nacional de Inteligencia.
La clave de las posibilidades de la Guardia para vencer al crimen y no sólo desplazarlo radica en el anunciado y hasta ahora no formalizado Sistema Nacional de Inteligencia, porque habría de estar formado por investigadores de inteligencia de grupos de seguridad estatales y municipales. Sin embargo, la primera sorpresa radica en la inexistencia de esas oficinas, porque gobernadores y alcaldes han usado policías para espionaje personal, casi siempre de alcoba y sin utilidad policiaca.
Así que la Guardia habrá de comenzar a todo vapor.
Zona Zero
Se están acumulando indicios de que algunas nuevas bandas de delincuencia al menudeo están formadas por migrantes centro y sudamericanos que entraron al país en forma legal o cruzando el Suchiate. Destacan, dicen algunos reportes, colombianos, hondureños y salvadoreños.