Lo extraño no es que un futbolista acuse que su equipo ha sido blanco de persecución, que eso ya se ha visto demasiado. Lo extraño ni siquiera es que quien proteste sea una figura de tal dimensión histórica como para que muchos le consideren el mejor que jamás hubo, está claro que las paranoias nunca han dependido de niveles futbolísticos ni sociales.

 

Lo verdaderamente extraño es que en esa declaración muchos hallen más elementos de halago que en la fenomenal carrera que Lionel Messi ha hecho; que la afición argentina le convierta en propio al atribuir una derrota a fuerzas obscuras y no cuando ha ido derrochando arte por las canchas del mundo.

Acaso por no ver en su desempeño algo idéntico a lo que alguna vez vio en Maradona (porque similar, sin duda sí es), hoy se conforman con descubrirle una verborragia que, al menos por un excepcional y pequeño instante, remitió a la del siempre quejumbroso y paranoico Diego Armando.

Malas formas de comprender el significado de conceptos como liderazgo y carácter. Como si bastara con clamar lo que el hincha quiere escuchar para ya tener ascendencia sobre un colectivo, para ya merecer un gafete de capitán, para ya orientar a un plantel en los minutos difíciles.

Messi nunca va a ser Maradona, como Cristiano Ronaldo no es Eusebio, como Ronaldo Nazario no fue Pelé y los ejemplos que se deseen.

Argentina se ha desgastado buscando que Lionel corresponda al arquetipo que inventó con Diego, sin querer comprender que aún coincidiendo en su deliciosa zurda, en su precoz irrupción, en su delirante gambeta, en su corta estatura y compacto cuerpo, son diferentes.

Otro tema es que el arbitraje en esta Copa América ha sido penoso. Y como ya advertimos en este espacio: el problema del VAR es que quien se siente afectado no sospecha sino que confirma…, como el 10 barcelonista.

No será la primera vez que se haya beneficiado a un equipo local ni que un partido en el que esté Messi haya tenido decisiones escandalosas (en muchas ocasiones anteriores, lo mismo con su club como con su selección, favorables a su causa).

Él tiene derecho a decir lo que guste, siendo recomendable que si va a hablar de corrupción, disponga de pruebas más sólidas que una insensata expulsión o un penal omitido. De ahí a que sus protestas le conviertan ya en el estandarte que suplicaba Argentina, de ahí que al fin sea merecedor de la capitanía, simplemente no.

Por cierto, muchísimos cracks (pensemos en Pelé en el Mundial de 1970) no fueron los capitanes de su representativo, un honor que no tiene que concederse al que es mejor con el balón.

Twitter/albertolati

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