La propuesta parecía hace tiempo un sueño, una promesa de candidato, un plan de político, un anhelo que todo hombre del sureste mexicano tiene muy dentro de su corazón.

Traducir la Constitución de Quintana Roo en lengua maya, a pesar de parecer tan necesaria su existencia era un proyecto que se veía lejano, casi imposible; sin embargo, la persistencia y el amor a lo más profundo de su identidad llevó a Luis Alegre, diputado federal por Morena, a concretar su propósito, y con esos significados múltiples que tiene todo libro, manda mensajes de reivindicación a las lenguas madre del país, a todo el mundo.

Porque detrás de este acto, que se realizará el 18 de septiembre, con la presencia del gobernador de la entidad y el Presidente de la República, será una mirada obligada hacia más de 10% de la población que pertenece a los pueblos que nos dieron origen y con los que compartimos raíces.

La batalla contra el olvido, la lucha contra la discriminación, la tara por erradicar la pobreza, el orgullo de tener raíces comunes son sólo parte del significado de este logro que concreta a satisfacción un hombre que heredó de su padre, don Gastón Alegre, la facilidad de comunicar y negociar, convencer y creer en lo necesario para el bien común.

Es en la península de Yucatán, tierra de poetas y hombres progresistas, donde la historia se renueva para hacer conciencia de la necesidad de contar bien a todos quienes somos mexicanos, sin importar nuestro origen.

Ante esta nueva perspectiva de reconocimiento a las lenguas madre, a los pueblos originarios, a la diversidad cultural de un México que se une y armoniza a partir de sus diferencias, el diputado federal, presidente de la Comisión de Turismo de la Cámara baja, sigue su tarea de colocar la historia en el presente para darle futuro a quienes nos han trazado el devenir más digno.

Es por ello por lo que es de reconocerse este esfuerzo, que no debió ser fácil, para alcanzar esta Constitución en maya que da certeza y garantiza los derechos de miles de mexicanos que por ser mexicanos tenían derechos, pero por pertenecer a los pueblos originarios les eran arrebatados.

Luis Alegre no piensa sólo en él, o en su familia, o en su partido, sabe que debe caminar junto con el origen que le otorga identidad porque en ella está el puente de vocación de servicio en el que se entrega para hacer de su tarea de legislador la más alta de las actividades del ser humano: servir al otro.

Así, frente a un acontecimiento que no debe dejar de celebrarse, Luis Alegre coloca un testimonio de vida de los pueblos originarios en un lugar privilegiado en la historia, porque todos los días se hace historia y ahora es el legislador quintanarroense quien es agente de este cabalgar por tiempo interminable de los pueblos que nos dieron historia e identidad.

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