Nadie lo va a discutir, los cambios climáticos y la protección del medio ambiente figuran desde hace unos años como la máxima prioridad en el mundo. Y qué bueno que sea así. Cuando la sensación térmica ronda los 48 grados centígrados -lo vivimos en Francia hace unos días-, temas como la paz, los flujos migratorios o las cada vez más insolentes desigualdades sociales pasan al segundo plano.
Y justamente porque estamos frente a un asunto serio no se vale ridiculizarlo hasta el absurdo. El problema es que el activismo ecologista absurdo se instaló aquí con ganas de convertirnos en extremistas. El fenómeno arrancó en Suecia, tiene ya un nombre propio -Flygskam- y se está expandiendo como un reguero de pólvora. Se traduce como la vergüenza de tomar el avión. Sí, porque bien se sabe las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por el transporte aéreo suponen 5% del total mundial, dos veces más que en 1993.
Detrás del movimiento hay un rostro que hemos visto una y otra vez en los foros internacionales, la de la adolescente sueca Greta Thunberg, que con su lema “Stay grounded” (o “Quédate con los pies en el suelo”) nos exhorta a tomar el tren en vez de volar. Con sus escasos 16 años, Greta encabezó una gran delegación de pro Flygskam en el Foro Económico de Davos, Suiza, ante los grandes de este mundo. Desde Estocolmo fue a Davos en ferrocarril, claro está. Ida y vuelta le tomó 65 horas; en avión hubiera tardado cuatro horas 40 minutos. Espero que alguien haya pensado en el financiamiento de esta excursión de varias jornadas, en las que había que utilizar calefacción, baños, alimentarse y -¡oh, paradoja!- pagar el boleto de tren que sale más caro que el de avión.
La mamá de la joven prodigio es cantante de ópera; el papá, actor. Los dos renunciaron a la carrera internacional para no usar el transporte aéreo. Greta organiza conferencias planetarias sobre el medio ambiente sin vuelos. El intercambio de ideas se hace a través de Internet.
Uno de los fulminantes efectos Greta: 85% de los suecos siente vergüenza de volar, eso sí, sin dejar de sentir la necesidad de viajar. Cuentan los profesionales del turismo que los jóvenes suecos al comprar su vuelo, ya sea a África para hacer el safari de su vida o a Tailandia para disfrutar de los mejores masajes, insisten en publicar en redes sus hábitos alimentarios vegetarianos, para así aparecer menos “dañinos” ante la sociedad.
¿Permanecer en tierra para frenar el calentamiento global? Suena excesivo, pero fabrica una buena imagen. El activismo de la vergüenza irrumpió incluso en el sector aéreo. La gigante KLM ya está sugiriendo a sus clientes que usen menos el avión; para respetar el aire del tiempo.