Mucho tiempo antes de vivir el problema de obesidad actual, la evolución también nos hizo engordar. “Somos los primates gordos”, dijo Devi Swain-Lenz, profesor postdoctoral en biología en la Universidad de Duke, Estados Unidos.
El hecho de que los humanos sean más corpulentos que los chimpancés no es una primicia para los científicos. La nueva evidencia podría ayudar a explicar cómo llegamos a ello.
Investigadores compararon muestras de grasa de humanos y otros primates como los chimpancés; en ellas encontraron que los cambios en los paquetes de ADN afectaron la forma en que el cuerpo humano procesa la grasa.
Aunque tanto chimpancés y humanos tienen secuencias de ADN prácticamente iguales, ambos experimentaron cambios críticos en la forma en que el ADN se inserta dentro de sus células grasas, descubrió el también biólogo Swain-Lenz y otros especialistas de Duke.
Esto disminuyó la capacidad del cuerpo humano para convertir la grasa que almacena calorías, en la grasa que las quema. En comparación con nuestros parientes animales más cercanos, incluso personas bien tonificadas poseen considerables reservas de grasa, señalaron los científicos.
¿Ventaja o desventaja?
Nuestros cuerpos necesitan grasa para almacenar energía y proteger los órganos vitales, ésta también nos ayuda a absorber algunos nutrientes y producir hormonas importantes.
Pero no toda la grasa se crea igual, explicó Swain-Lenz. La mayor parte se compone de grasa blanca que almacena calorías y se acumula alrededor de la cintura. Sin embargo, las células grasas especializadas llamadas grasa marrón, pueden quemar calorías en lugar de almacenarlas para generar calor y mantenernos calientes.
Los investigadores sugieren que los primeros humanos podrían haber necesitado engordar por otro motivo; como una fuente adicional de energía para alimentar sus cerebros en crecimiento.
Una razón por las que somos tan corpulentos es porque las regiones del genoma que ayudan a convertir la grasa blanca en marrón fueron encerradas (quedaron inactivas) en humanos pero no en chimpancés, destacó el estudio.
Debido a la capacidad de la grasa marrón de quemar calorías, numerosos investigadores averiguan si aumentar la capacidad de nuestro cuerpo para convertir la grasa blanca en beige o marrón, podría hacernos adelgazar de forma efectiva.
Swain-Lenz dice que las diferencias que encontraron entre los primates podrían usarse algún día para ayudar a los pacientes con obesidad:
“Tal vez podríamos descubrir un grupo de genes que necesitamos activar o desactivar, pero aún estamos muy lejos de eso”. “No creo que sea tan simple como apretar un interruptor. Si lo fuera, hubiéramos descubierto esto hace mucho tiempo”, detalló.
El estudio:
Para entender por qué los humanos se convirtieron en un primate gordo, un equipo de especialistas comparó muestras de grasa de humanos, chimpancés y una especie de mono menos relacionada, los macacos rhesus.
Utilizaron una técnica llamada ATAC-seq, y escanearon el genoma de cada especie en busca de diferencias en la forma de empaquetar su ADN en las células grasas.
Normalmente, la mayor parte de ADN dentro de una célula se condensa en espirales y lazos y se enrolla alrededor de las proteínas, de modo que sólo ciertas regiones de él están suficientemente sueltas como para ser accesibles a la maquinaria celular que enciende y apaga los genes.
El extra:
El metabolismo de grasas es fundamental para la sobrevivencia humana, cualquier desequilibrio en el proceso puede resultar en obesidad, diabetes o algún padecimiento cardiovascular.
La enfermedad cardiovascular es la primera causa de muerte a nivel mundial. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que casi 18 millones de personas murieron a causa de dicha condición en el 2016.
LEG