El nuevo primer ministro de la Gran Bretaña, Boris Johnson, tiene algo más en común con Donald Trump que el desorden frecuente de sus cabellos rubios, sus expresiones políticamente incorrectas o la popularidad adquirida como invitado en programas de comedia e incluso en una telenovela británica. Ahora es también el dirigente de una de las economías más poderosas del mundo.
Apenas la semana anterior a su elección como primer ministro, Johnson fue protagonista de un escándalo cuando un vecino llamó a la Policía porque el político discutía a gritos con su novia y arrojaban platos al piso.
Electo con 66% de los votos, contra 34% de los obtenidos por su rival Jeremy Hunt, Boris Johnson tiene como principal reto salir del tratado comercial con la Comunidad Europea, el Brexit.
En un artículo de Elizabeth Piper para la agencia Reuters, la periodista se pregunta en el titular “¿Genio o bufón? ¿Qué tipo de primer ministro británico sería Boris Johnson?”, a lo que ella misma responde que, a juzgar por su desempeño anterior como ministro de Asuntos Exteriores, posiblemente ambas cosas.
Si Trump adquirió alguna fama internacional, antes de incursionar en política, como participante del programa El aprendiz, la imagen de Johnson también trascendió mundialmente porque en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres, cuando era alcalde de la ciudad, quedó pendido de un cable.
Johnson polariza opiniones por su estilo desenfadado. Algunos lo consideran poco digno de un político y otros, por el contrario, afirman que es su principal virtud. Una de estas expresiones polémicas fue cuando dijo que las mujeres islámicas que vestían con burka le recordaban la forma de un buzón. Al igual que su par estadounidense carece de tacto, por decir lo menos, en temas de género.
El sustituto de Theresa May en la residencia de Downing Street tiene el compromiso de salir del acuerdo comercial con la Unión Europea el próximo 31 de octubre, y aunque una parte de los legisladores británicos asegura que esto tendrá un mal resultado para la economía europea, Johnson se ha mostrado confiado en que logrará una separación negociada en buenos términos.
Y si Donald Trump hizo campaña con el lema “Hagamos a América grande otra vez”, Johnson asume el cargo luego de prometer “Como un gigante dormido, vamos a levantarnos y librarnos de las dudas y la negatividad”.
Mucho se ha comentado, y también miles de meses ha generado, el parecido entre los dos líderes. No es sólo físico, y si hubiera que resumir en una frase lo que viene para el escenario internacional, me parece que ésta, del Presidente estadounidense, es bastante ilustrativa: “Boris es bueno; lo llaman el Trump británico, y la gente dice que eso es algo positivo”.
En Inglaterra y en Estados Unidos se perciben como primos; ahora tendrán un caso para repensar esa idea: parientes de la cultura democrática o en su caricatura continuamente polarizante.