El último guadañazo fue para el Coneval, encargado de evaluar las políticas contra la pobreza: el Presidente decidió remover a su titular, Gonzalo Hernández Licona, sobre el que había un consenso: hizo un trabajo notable, para luego especular con desaparecer la institución sin más. Digo que fue el último porque, como se ha repetido, el mandatario y sus allegados están en guerra con cualquier organismo independiente, sobre todo con los que tienen la costumbre incómoda de analizar datos, cifras, hechos, políticas y entregar evaluaciones concretas con eso, datos y cifras. Antes, sabemos, estuvieron las embestidas contra los de competitividad y energía, contra el INE y contra Derechos Humanos, por ejemplo.
¿Por qué la guerra? Va un poco de historia. La 4T logró hacerse con el poder, entre otras cosas, porque, como he dicho antes, supo vendernos el Apocalipsis. Es decir, supo convencernos de que el país estaba al borde del colapso, de que vivíamos en el infierno, recordándonos lo cierto: que la violencia era atroz, que la corrupción supuraba, que el crecimiento económico era mediocre, que la desigualdad y la pobreza eran inadmisibles.
Pero también lo consiguió omitiendo o negando que había políticas y programas que funcionaban, que había funcionarios competentes y honestos, que el país a pesar de todo era productivo, creativo, competitivo. Es decir, obvió o negó todas nuestras virtudes y nos prometió el paraíso en vez del infierno. ¿Cómo era ese paraíso? Iba a haber paz, una paz instantánea, que se basaría en el tremendo crecimiento de 4%, ése que nos traería prosperidad y empleos, y en las que sólo muy amablemente podríamos llamar políticas redistributivas. Además, seríamos autosuficientes en petróleo y alimentos, todo en un contexto de respeto irrestricto a los derechos humanos y cero corrupción.
Muy bien, estamos lejos del paraíso. Nos lo recuerdan esos organismos que, junto con los bancos y calificadoras, dicen que este Gobierno también viola los derechos humanos y que la Guardia Nacional militarizada es una pésima idea, que lo de Pemex es una sandez, que la violencia aumenta, que vamos a crecer 10 veces menos que con Peña y que abundan los conflictos de interés, o sea, la corrupción que se iba para siempre. Pero hacen algo más doloroso para el obradorismo, porque lo golpea en el eje de su discurso: nos recuerdan que en el Apocalipsis muchas cosas funcionaban mucho mejor que en el paraíso.
Los guadañazos, pues, seguirán. La 4T está en guerra con la realidad.