No ha hecho falta llegar hasta la reunión de cincuenta años de graduados, ya alejados los dos cuerpos de lo que fueron, para que estos viejos amantes se vieran con el lamento de lo que, acaso, no tenía por qué haber dejado de ser.

No ha hecho falta que los dos ancianos se contemplaran encorvados, analizando quién envejeció peor y, preguntándose en secreto, qué hubiera podido ser si una decisión tan visceral como incomprensible no los hubiese separado.

Ha sido contemplar sobre un escenario a Cristiano Ronaldo abrazado por Florentino Pérez, para que estallaran clamores madridistas suplicando su regreso. Ha sido sólo un año después de su partida: un año tras el que el máximo goleador en la historia del club es todavía más valorado que cuando vestía ese uniforme.

Ningún misterio: los números ya enfatizaban que con Cristiano en la cancha el Madrid tenía garantizado un gol por cotejo. Y, bien dice el cliché, goles son amores…, aunque el amor entre estos dos que ahora levantaron suspiros de nostalgia con su abrazo, siempre haya tenido más tintes de matrimonio por conveniencia que de algo más profundo.

“¿Qué hemos hecho?”, por citar al clásico, suelen decirse quienes se equivocaron irremediablemente, quienes saben que ya no hay retorno en la autopista, quienes ven alejar en el retrovisor la mejor de sus vidas posibles. “¿Qué hemos hecho?”, tiene que haberse cuestionado Florentino en no pocos momentos de los muy desastrosos últimos doce meses blancos. “¿Qué hemos hecho?”, tiene que haber rebotado también por la cabeza del astro portugués al ni siquiera pisar semifinales de Champions en su primer año con la Juventus (lo que, en principio, casi le descarta para el Balón de Oro).

¿Y si estos amantes sólo se hubieran atrevido a hablar, a escuchar, a conciliar? El colmo de Florentino, tras una pretemporada de gasto récord, es que le pidieran a Mbappé cuando presentó a Hazard y a Cristiano cuando ya no podrá volver a tenerlo. El colmo luego de una revolución en el plantel que sólo lo fue en amenaza y de ninguna manera en la práctica, incapaz hasta de vender a quienes pensaba tan cotizados –lo que ya le sucedió con CR7: cedido por cien millones de euros, cifra tan descomunal para casi todo; el casi, porque es insuficiente para adquirir a un genuino crack del balón.

Así que tras el abrazo en la cena de reencuentro, cada cual volverá a casa convencido de que el otro ha envejecido peor. Inconscientes ambos de que un año ni siquiera era tiempo para arrugas, y en el Madrid ya las hay.

Twitter/albertolati

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