El 15 de septiembre del año pasado, el entonces Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, se refirió a Rosario Robles como “un chivo expiatorio’’.

Hacía ya días, previa a la declaración del tabasqueño, que Robles había sido señalada por posibles malos manejos de 708 millones de pesos en efectivo, en la Sedesol y la Sedatu, de las que fue secretaria.

“Son un circo’’, dijo López Obrador sobre esas acusaciones.

“Nosotros no vamos a perseguir a nadie, no vamos a hacer lo que se hacía anteriormente, de que había actos espectaculares, de que se agarraba a uno, dos, tres, cuatro, cinco como chivos expiatorios, y luego le seguían con la misma corrupción”, agregó.
Sin embargo, un juez tiene otros datos.

Rosario Robles, a quien el ex presidente Peña le regaló aquella frase memorable de “no te preocupes, Rosario’’, cuando comenzaban las acusaciones en su contra, será acusada, dicen en el medio judicial, de “ejercicio indebido del servicio público’’, delito que no es grave y que no amerita prisión preventiva.

Pero como en realidad no se conocen los cargos, las acusaciones podrían ser más graves a tal grado que el abogado de la ex funcionaria ya tramitó un amparo contra cualquier orden de aprehensión.

Con el equipo de Peña desfondado y con la necesidad que tiene el Gobierno de dar un golpe espectacular, ¿ahora sí tiene de qué preocuparse Rosario?

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Yeidckol Polevnsky y Ricardo Monreal nunca han sido amigos.

El primer encontronazo público ocurrió cuando Morena debía definir a su candidato a gobernador para la elección extraordinaria en Puebla.

Monreal empujó al senador Alejandro Armenta, y Polevnsky se aferró a que repitiera Miguel Barbosa.

Se hizo una encuesta fantasma, de ésas que nadie conoce, y ganó Barbosa.

Ahora Polevnsky trasladó al Congreso su fobia contra Monreal y todos aquellos que no se plieguen a sus deseos.

La aún presidenta de Morena pidió a los coordinadores parlamentarios Monreal y Mario Delgado ceder sus lugares para dar paso a mujeres con el desgastado discurso de la paridad de género.

Pero, convenencieramente, no pidió lo mismo a Martí Batres, porque es de su grupo, que se aferra a la presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores

Polevnsky ya demostró que no tiene aliados sino intereses, como en el caso de Baja California, en donde apoyó la extensión inconstitucional del mandato de Jaime Bonilla.

Quién sabe si López Obrador apoye los proyectos personales de la señora, pero en el Senado y con Delgado ha topado con pared.

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Parece que la jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, atendió las quejas de nepotismo, ineficiencia y corrupción en la Junta Local de Conciliación y Arbitraje (JLCA), presentadas lo mismo por patrones que por trabajadores.

Si no hubo negociación de última hora, 15 presidentes de Juntas Especiales, más funcionarios de los Departamentos Jurídico, de Huelgas y Contratos serán despedidos.

Y es que la todavía presidenta de la JLCA, Margarita Darlene Rojas Olvera, quien antes de ocupar ese cargo se desempeñó como directora jurídica y de Gobierno de la (ex) delegación Iztapalapa, se llevó a la Junta a familiares y amigos por igual.

Échele un ojo al organigrama de la JLCA y se va a espantar: una sola familia, de apellido Santana, ocupa desde la Secretaría General (Carolina) hasta la Jefatura de la Unidad de Transparencia.

¿Qué tal, eh?

Haga de cuenta de Rojas Olvera trasladó a la JLCA a todos los ex funcionarios de la delegación Iztapalapa –o a los más que pudo- y sólo le faltó su ex jefe, Jesús Valencia, para completar el clan.

Sheinbaum pondrá orden.

Bien.