Si pudiera producirse en Hollywood el fichaje perfecto, posiblemente sería similar a la joven promesa madridista, el japonés Takefusa Kubo.
Cara de niño bueno y responsable, futbol de tanto talento como efectividad, capacidad para que sus detalles individuales hagan mejor permanentemente al colectivo, una inteligencia del juego atípica para sus dieciocho años, y, por si faltara, japonés.
Si Yao Ming es considerado la contratación más estratégica en la historia de la NBA, por la penetración del mercado chino y los consiguientes ingresos derivados de ella, el futbol europeo ha esperado desde los primeros dosmiles (cuando fue evidente que la expansión era hacia el Lejano Oriente) a un genuino crack chino o japonés; ese astro que permita multiplicar los patrocinios y ventas en dos de los mercados más deseados.
Durante la pasada campaña, el Espanyol de Barcelona recibió al futbolista chino Wu Lei y de inmediato vio a su marca rebotando por los cientos de millones de televidentes de ese país. En cuanto a japoneses, Kazuyoshi Miura y Hidetoshi Nakata fueron los grandes pioneros en Italia, incluso antes de que el Mundial 2002 llegara a Yokohama. Desde entonces varios nipones han pasado por las principales ligas (por destacar a algunos, Shinji Kagawa en United y Dortmund o Yuto Nagatomo en el Inter).
Sin embargo, todavía se espera que llegue de esos rumbos un astro con aspiraciones de Balón de Oro. Por poner un paralelo con otro mercado muy deseado, como lo es el árabe, algún japonés equivalente a Mohammed Salah: peleando los principales títulos cada año, con un carisma especial, sirviendo como embajador de una cultura lejana a Occidente, atrayendo contratos publicitarios, provocando empatía ahí donde juegue (bajo el actual contexto de intolerancia e islamofobia, recordemos el cántico en las gradas del Liverpool: “Si anota otros cuantos goles, me haré musulmán como él. Si se sienta en la mezquita, ahí quiero estar”).
Ante la fulgurante irrupción del respetuoso, sereno, humilde y mesurado niño Kubo, el Madrid busca forma de registrarlo con su primer equipo. El problema es que sus tres cupos para jugadores ajenos a la Unión Europea están tomados y todo depende de que el uruguayo Federico Valverde obtenga inmediatamente su pasaporte español.
Sea a partir de este mes o en unos meses más, el Madrid parece haber encontrado el Santo Grial de los mercadólogos del deporte…, y sin pagar traspaso cuando ya ha pagado decenas de millones por otras promesas, y ganándoselo a quien lo formó un tiempo atrás, el mismísimo Barcelona.
Twitter/albertolati