Por donde se le busque, la permanencia del Gran Premio de Fórmula 1 en nuestra capital es una de las grandes noticias del deporte mexicano del año.
Está la parte económica, con la derrama y generación de empleos que supone, más allá de lo que este evento ha contribuido al posicionamiento de la marca México a nivel mundial. Amalgamar esta etapa del serial más importante del automovilismo a la celebración del Día de Muertos, es una jugada maestra. Así como en Estados Unidos la fecha mexicana de mayor recordación suele ser el 5 de mayo –cuyo origen muchos explican por el beneplácito estadounidense porque una potencia europea, Francia, no se haya logrado volver a meter al continente–, en el resto del planeta cada vez toma mayor fuerza ese 2 de noviembre.
Ha contribuido el tremendo impacto de la película Coco y la aparición de esa conmemoración en el último filme de James Bond.
Cosa curiosa, de la ficción pasó a la realidad, porque la peregrinación que ahí se presentaba sólo ha empezado a realizarse en la Ciudad de México después de la producción y con el Gran Premio integrado al colorido Día de Muertos.
Sin embargo, existe otra parte muy relevante: el futuro de los mega eventos deportivos tiene que ser bajo financiación privada. Cada que existe votación de sedes mundialistas u olímpicas, se promete el despilfarro de miles de millones de dólares en estadios e infraestructura. Se entiende que una parte de esas instalaciones repercutirán en el desarrollo y bienestar de una sociedad, pero que la mayoría de ellas poco tendrán que ver con eso. Por un lado, numerosas ciudades no habrían tenido esa transformación de no ser porque un evento deportivo le fue concedido; por otro, se dejan de utilizar los recursos para causas mucho más necesarias.
Que se haya conseguido la conservación del Gran Premio y con dinero privado, genera un escenario perfecto, en el que el primer ganador será México. Por si faltara, con una capacidad organizativa modélica. No sólo ha sido votada la mejor de las fechas del serial, sino que incluso aspira a convertirse en la mejor experiencia deportiva del mundo. Ciertamente, no hay razón para dejar de hacer lo que resulta positivo y quienes han ofrecido los recursos para mantenerlo verán retribuida su inversión.
En los primeros dosmiles, los países BRICS (por sus siglas, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) integraron a su auge el ser sede de un gran evento deportivo. En muchos casos, lo realizaron hipotecando sus respectivas economías. La nueva tendencia en este sentido es hacia un gobierno que posibilite el ser anfitrión del certamen de la mano de las marcas y empresas interesadas.
De otra forma, cada que se lleve a plebiscito en una ciudad europea si se desea albergar unos Olímpicos a cuenta del erario, la respuesta será que no.
A pocos días de cerrar el calendario 2020, ha llegado un acuerdo que dieron por perdido muchos de quienes gestionan la Fórmula 1.
Twitter/albertolati