La oposición política en Argentina tiene en la mira a votantes como Alfredo Espinoza, un metalúrgico de 55 años recientemente despedido, con los que busca aprovechar las crecientes desventuras de la economía para ganarse a los ciudadanos desencantados con el presidente Mauricio Macri.
Espinoza perdió su trabajo en abril y ahora se gana la vida vendiendo carne asada y choripán (un sandwich típico en Argentina) al lado de una autopista en José León Suárez, en los densamente poblados suburbios de Buenos Aires.
Sus inconvenientes y los de tantos otros argentinos golpeados por una profunda recesión, el aumento del desempleo y la alta inflación están dando munición gruesa al rival de Macri, Alberto Fernández, a medida que la campaña avanza hacia las elecciones presidenciales de octubre.
En 2015, Macri era el retador, con un mensaje de esperanza y cambio que atrajo a muchos argentinos cansados de una economía que daba señales de agotamiento y de reiteradas denuncias de corrupción tras 12 años de populismo de centroizquierda de Cristina Fernández de Kirchner y de su difunto esposo y predecesor, Néstor Kirchner.
Ahora, Macri es el presidente que tiene que explicar por qué sus promesas económicas no han logrado materializarse. El peligro que enfrenta es que los argentinos recientemente empobrecidos como Espinoza pueden estar más animados para castigarlo en las urnas, mientras que algunos de sus seguidores de clase media, desencantados, podrían cambiar su voto, según analistas políticos.
El domingo, los votantes podrán dar su primer veredicto sobre la amarga píldora que las políticas económicas de Macri cree que son necesarias para mejorar la economía, aunque hasta ahora han ayudado a impulsar la inflación y golpear los bolsillos de los argentinos.
Las elecciones primarias serán un indicador importante de cómo les va a los candidatos clave antes de las elecciones generales del 27 de octubre.
Fernández solo tiene una ligera ventaja sobre Macri en las encuestas de opinión, por lo que ganarse a votantes como Espinoza será clave para ambos.
«Nos ha apretado mal (mucho)», Espinoza dijo a Reuters al lado de su rudimentaria parrilla, que ofrece el «Chori a 1 dólar», en referencia al tradicional sándwich de chorizo argentino.
«Es como dicen todos, con el otro Gobierno vivíamos un poco mejor, y es cierto», dijo en referencia a la gestión de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, que ahora es candidata a vicepresidenta en la principal fórmula opositora.
«Este hombre (Macri) a mí me ha defraudado. A mí y a casi todos los que esperábamos otra cosa», agregó.
«NUEVO POBRE»
Alberto Fernández, buscando estimular a la base de la oposición, se ha presentado como un «hombre común», en contraste con el adinerado Macri. Él hace campaña presentándose como un unificador bajo el lema «el futuro es con todos».
Fernández ha prometido revisar el acuerdo de Argentina con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para lograr un préstamo de 57.000 millones de dólares, al que muchos argentinos culpan por las medidas de austeridad económica. También ha prometido acceso a medicamentos gratuitos para los jubilados y mejores salarios para los trabajadores.
«Macri asumió y apagó la perilla de la economía. Bajó el consumo, se derrumbó la producción, aumentó el desempleo y mucha gente cayó en la pobreza», dijo Férnández en un tuit reciente.
En un video de campaña sobre los «nuevos pobres», el candidato peronista de centroizquierda dice que 4,1 millones de argentinos cayeron en la pobreza desde que Macri asumió a fines de 2015. «No podemos permitir 4 años más de esto», dijo en el video.
Los investigadores de dos universidades argentinas estiman que el 35% de la población vive en la pobreza, por encima de la tasa oficial del 27,3% en el primer semestre del año pasado.
La administración de Macri, mientras tanto, señala algunos signos de mejora de la economía e insta a la gente a seguir con su apoyo al Gobierno dado que las reformas, aunque dolorosas, comienzan a dar sus frutos.
«Cambiar, aunque lleve tiempo, vale la pena», dijo Macri en uno de los videos de campaña en el que se muestran autopistas, líneas ferroviarias, campos de energía eólica y otros proyectos importantes de su Gobierno.
El Gobierno declinó hacer comentarios, pero Fernando Iglesias, miembro de la coalición oficialista Juntos por el Cambio y diputado nacional, defendió la gestión presidencial.
Las gestiones anteriores «nos dejaron con un déficit fiscal del 8% y ahora estamos llegando a cero déficit; nos dejaron con déficit energético y estamos camino a lograr un superávit energético, nos dejaron déficit comercial y estamos con superávit, nos dejaron infraestructura destruida y se hizo la mayor cantidad de obras en los últimos 50 años», destacó.
«Los números no son buenos, aumentó la pobreza, pero estamos hablando de números manejables», agregó Iglesias.
«CON MACRI SE AGUDIZÓ MUCHÍSIMO»
Pero en un país que ha luchado intermitentemente con la recesión durante décadas, la paciencia es escasa.
«Esto no es algo que viene pasando en este Gobierno, venimos de muchos Gobiernos que nos están llevando a esto, a la pobreza extrema», dijo Lidia Cusillo, una pensionada con seis hijos que vive en el distrito pobre de Laferrere, en las afueras de la capital argentina.
«Con Macri, se agudizó muchísimo más», agregó.
El dilema de Macri es que a pesar de algunos signos de recuperación económica, los votantes como Cusillo siguen sufriendo.
Esto implica un desafío para Macri, porque los argentinos más pobres son un bloque de votantes clave que históricamente ha estado a favor de los generosos programas de bienestar social aplicados por Cristina Fernández de Kirchner, y que él no puede darse el lujo de ignorar.
Ellos suelen vivir en regiones con la mayor concentración de votantes registrados, dándoles el poder de influir en los resultados en áreas de batalla como la provincia de Buenos Aires.
Muchos viven en las zonas menos ricas de los suburbios de Buenos Aires, conocidos como el «Conurbano», que alberga a casi el 40% del electorado del país. Macri perdió la provincia en la segunda vuelta de 2015 que le aseguró la presidencia, y otra mala actuación en la región este año dañaría seriamente sus posibilidades de reelección.
Antes de las primarias, el equipo de campaña de Fernández ha estado en las calles, reuniéndose con votantes de todo el país para hacer eje en los problemas de la economía.
«No es que que hay que covencer a los argentinos de que hay que cambiar de rumbo. Hay que cambiar de rumbo», dijo a Reuters la diputada nacional Fernanda Vallejos, del Frente para Todos liderado por Fernández.
PAGANDO LAS CUENTAS
No solo los más humildes dicen que han sido golpeados por la crisis.
Valeria Goldsztein, una diseñadora gráfica de 48 años que votó por Macri en 2015, dijo que está dejando de comprar ropa nueva y, en lugar de eso, recurre al mercado de segunda mano y a páginas de internet en auge para vender la vestimenta que su hija de 11 años ya no usa.
«Es una cuestión de necesidad porque el nivel de ingresos quedó por debajo de los gastos», explicó.
Goldsztein dijo que está «bastante disconforme» con Macri y que no sabe si volverá a votar por él en estas elecciones.
Este tipo de ajuste del cinturón podría dañar a Macri con sus votantes de clase media, incluso cuando algunos dijeron que no necesariamente votarían por Fernández.
«En octubre voy a votar en blanco o no voto directamente», dijo Dalia Alvarez, una artista y profesora de Buenos Aires, que en el balotaje del 2015 votó por Macri.
Alvarez señaló que la falta de oportunidades para sus dos hijas, la alta inflación y la desaceleración económica que afectaron los ingresos de su familia fueron las principales razones por las que había cambiado de opinión desde entonces. «Ahora no votaría por él», agregó.
Jorge Giacobbe, que dirige la empresa de encuestas Giacobbe & Asociados, dijo que en una encuesta se pidió a los consultados que definieran a los candidatos en una palabra. Para Fernández de Kirchner, la palabra fue «corrupta». Para Macri, «inútil». Para Alberto Fernández, «panqueque» (quien cambia de bando).
«La inflación y la situación económica ya le hicieron al Gobierno tanto daño como le podían hacer, de la misma manera que la corrupción le hizo al kirchnerismo todo el daño que le pudo hacer», afirmó Giacobbe.
«La estrategia es (…) ¿a quién le tenés más miedo?, ¿a quién le tenes más odio o más fobia, a Cristina o a Macri?», añadió.
La estudiante Milagros Jojot, de 23 años, que vive en la pobre provincia norteña de Formosa, ejemplifica el dilema que enfrentan muchos votantes.
«Voy a votar nuevamente por Macri, aunque no me siento muy satisfecho con lo que ha hecho, porque creo que necesita más tiempo para llevar a cabo sus proyectos», dijo. «Tampoco quiero que gane el kirchnerismo».
Shila Vilker, directora de la consultora Trespuntozero, dijo que, con una población claramente dividida, los votantes del oficialismo valoran cambios que perciben que aplicó el Gobierno respecto de las obras públicas, la lucha contra las mafias y la apertura económica.
«Si hubiese una relación directa y lineal entre economía y voto, esta elección ya estaría dirimida», explicó.
jhs