Admitir lo extraordinario de la actuación mexicana en los recién concluidos Panamericanos no puede implicar dejar de abrir los ojos a la realidad: que ni la histórica cosecha de oros y medallas totales en unos Juegos fuera de México, asegura una exitosa participación en los próximos Olímpicos.

Por ilustrar el tema: el récord anterior de primeros sitios databa de Mar del Plata 1995, Panamericanos que fueron seguidos por los peores Olímpicos que nuestra delegación haya tenido, Atlanta 1996, con un escaso bronce.

Ser hegemónicos a escala regional es uno de los primeros pasos para ser competitivos a nivel mundial. Sin embargo, antes de sacar conclusiones o llenarnos de optimismo, necesitamos revisar el nivel de las máximas potencias del continente: Estados Unidos no ha llevado a Lima ni su segundo equipo; Cuba se debilita en el medallero panamericano por enfocar todos sus esfuerzos y presupuestos en competencias olímpicas, desinteresada de las que sólo figuran en el evento regional; Brasil ha superado los cincuenta oros gracias a sus triunfos en disciplinas en las que apenas tiene posibilidades en Olímpicos, como atletismo, gimnasia y natación; Canadá lleva un buen tiempo rezagado de los más poderosos en los Juegos de verano.

Dicho lo cual, reiterar, ha sido espléndido lo de México en Lima 2019, pero en Tokio 2020 no habrá raquetbol ni pelota vasca, que tanto nos han dejado.

Todos quisiéramos ver convertido en realidad el pronóstico de Ana Gabriela Guevara de diez medallas en Tokio 2020. Algo que, desafortunadamente, carece de fundamento. Ni siquiera en México 1968 se pasó de las nueve preseas y las marcas actuales no dan para prever más de cuatro o, en el mejor de los escenarios, cinco podios empezando por taekwondo y clavados.

Evitemos la politiquería y no caigamos en la tentación de atribuir tanto lo bueno como lo malo a la administración en turno. Los problemas del deporte mexicano son también los del sistema de salud mexicano, los de la educación mexicana, los de la sociedad mexicana. Olvidémonos de lo increíble que es escuchar el himno nacional y contemplar nuestra bandera en lo más alto de una competición deportiva. Pensemos mejor en las soluciones que habrían de venir del deporte: menor cantidad de obesidad infantil y diabetes, con lo que la población sería más sana y el presupuesto en salud podría utilizarse para otras problemáticas no evitables (el sobrepeso lo es); disciplina y valores derivados del deporte, alejando a parte de la adolescencia de la delincuencia.

México será una potencia olímpica no sólo cuando trabaje para serlo, sino cuando comprenda cuánto puede beneficiarse del deporte.

Por lo pronto, celebremos Lima 2019, sin duda sensacional para nuestro país. Y reflexionemos no sólo en Tokio 2020, sino en nociones más relevantes consecuencia de un deporte bien estructurado.

Twitter/albertolati

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