En un régimen de contrapesos, las leyes deben escribirse asumiendo que el peor de los hombres las torcerá para su beneficio. Como no somos ángeles, solo al crearlas con un poco de fatalismo y suspicacia se evitarán ambigüedades que den espacio para excesos desde el poder.
Esto es justo lo que no pasó con la nueva Ley de Extinción de Dominio aprobada por la Cámara de Diputados, y misma que el presidente publicó rápida y silenciosamente en el Diario Oficial el sábado por la tarde, aun cuando tenía la opción de vetarla por su pésimo diseño.
¿Cuál es el problema central? Que permite el embargo de bienes sin una sentencia judicial definitiva. En otras palabras, se podrían quitar propiedades a ciudadanos incluso si resultasen inocentes, por el simple hecho de que el Ministerio Público solicite la medida bajo la “sospecha” de una procedencia ilícita.
Como la mediación de dos poderes para embargar propiedades se diluye, el espacio para hacer mal uso de la Ley, y salirse con la suya, es enorme. Seamos malpensados. ¿Qué pasaría si un presidente impulsa el embargo de una propiedad de un candidato opositor en plena campaña solo por una “sospecha”? ¿O si se “extingue el dominio” de un terreno que le estorba a un funcionario para hacer más grande su casa? ¿O si ese mismo funcionario promueve el embargo para que él y un empresario puedan hacer un proyecto inmobiliario en cierta zona?
No, López Obrador no la está usando para presionar a sus adversarios o para beneficiarse de manera corrupta. Pero, ¿y si el próximo presidente sí? ¿O el propio tabasqueño tras un tiempo? Que exista siquiera esa posibilidad es inadmisible. Los diputados fallaron en su tarea de corregir el proyecto de Ley para proteger los intereses de la sociedad y la presunción de inocencia.
Como la Ley ya está publicada, la Suprema Corte podría atraer el caso. Por lo que declararla inconstitucional es necesario para no traicionar el espíritu de nuestra transición democrática: limitar el poder del gobierno y del presidente, para empoderar al ciudadano. La regla del “peor hombre” debe regir nuestro debate parlamentario; solo así se debe legislar en democracia.
@AlonsoTamez