Más de 5 millones de militantes del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el 76 por ciento de su padrón, no creyeron en el proceso de renovación de su dirigencia nacional y decidieron no responder al llamado para que, a través de las urnas, se designara a quien habrá de conducir los designios de este instituto político en el momento más crítico de su historia.

Con tan sólo el 24 por ciento de participación, lo que representa poco más de un millón 600 mil militantes, Alejandro Moreno Cárdenas obtuvo los votos necesarios para ser ungido como el nuevo presidente nacional del PRI, en compañía de Carolina Viggiano, futura secretaria general.

Nada envidiable posición la del ex gobernador, quien tendrá que lidiar, desde ahora, con una serie de denuncias, si bien no formales, sí mediáticas, sobre la transparencia del proceso interno que lo llevó a la dirigencia de su partido. Sin embargo, el mayor cuestionamiento del que habrá de ser objeto el joven político campechano girará en torno al papel que el PRI habrá de jugar en los nuevos tiempos mexicanos.

Ha sido reiterado el señalamiento de que el tricolor optó por el camino más fácil, el de la colaboración con Morena, partido que necesita del PRI para obtener la mayoría calificada que se requiere para impulsar, en la Cámara de Diputados, cualquier reforma constitucional.

Tras los resultados de las elecciones pasadas, no solamente en los comicios presidenciales, el PRI se enfrentó al dilema de transformarse en oposición verdadera o ser percibido como un brazo de la nueva mayoría. El primer escenario hubiera significado la pronta desaparición del tricolor, iniciando con la pérdida de registro en los estados que tendrán elecciones en 2021. La segunda opción podrá darle un respiro a la nueva dirigencia, hasta que los líderes de Morena así lo determinen.

La disyuntiva que hoy enfrenta el tricolor es ser cara o cruz, asumirse como aliado de la nueva administración o transitar por la vía opositora, ambas posibilidades con graves riesgos para la sobrevivencia de este partido que hoy vive horas difíciles, quizá las últimas si no logra consolidar su proceso de reinvención.

Segundo tercio. Si las cosas no cambian en el último momento, expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) visitarán México para verificar el estado en el que se encuentran las estaciones a cargo del Instituto Nacional de Migración.

 

La Cancillería mexicana ha mostrado su apertura en el tema, pero ha insistido en que esta instancia debe extender su labor a los centros de detención en Estados Unidos, en donde se tiene registro de condiciones adversas. En el edificio Tlatelolco se tiene la percepción de que a la CIDH no quiere meterse en terreno difícil y confrontarse con Washington. Así su independencia.

Tercer tercio. El desayuno que sostuvieron ayer dos José Antonio -Meade y González Anaya- con el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, estaba agendado semanas atrás. Es costumbre de muchos titulares de esa dependencia reunirse con quienes fueron sus antecesores. Siempre es bienvenido el intercambio de experiencias.