Hay un común denominador entre los populistas de nuestros tiempos, creen que con sus políticas van a poder controlar la economía y a los mercados.
Donald Trump cree que puede ser el titiritero que mueve los hilos de la Reserva Federal de su país y hasta las políticas comerciales de China. Boris Johnson está seguro que puede aplicar un Brexit a las bravas sin que se derrumbe la economía británica y López Obrador piensa que puede tomar las decisiones más arbitrarias, y todos los agentes económicos lo seguirán ciegamente porque él ni es igual a los demás.
La realidad es que no. Ir en dirección contraria al sentido común tiene consecuencias y ya las empezamos a pagar, en este país y en el mundo.
Las evidencias de una desaceleración global se agolpan y apuntan a muchas de las acciones tomadas por el Gobierno de Estados Unidos.
Trump inició una guerra comercial, los chinos se engancharon, y ahora ya hay consecuencias gráficas que mostrar.
El índice de producción industrial de China se elevó 4.8% en julio pasado en términos anuales. Ya quisiéramos en México un resultado así, pero para los asiáticos es su peor marcador industrial en los últimos 17 años.
En Europa las evidencias de desaceleración ya llegaron a los resultados del Producto Interno Bruto. En especial al motor europeo: el PIB de Alemania mostró durante el segundo trimestre una contracción de -0.1%; el Reino Unido, -0.2%, y la mayoría de las economías europeas muestran resultados inferiores a los que habían obtenido.
Y en Estados Unidos, si bien se mantienen las tasas de crecimiento en fase de expansión, hay un indicador financiero que prendió los focos de alerta en los mercados. Como una suerte de cábala, los analistas auguran malos tiempos cuando los costos de los préstamos a corto plazo son más altos que los de largo plazo. Esto es lo que usted escuchará ahora con más frecuencia como que se ha invertido la curva de rendimiento.
La última vez que le sucedió esto fue en 2007, año de inicio de la Gran Recesión Mundial.
Y en México, bueno, pues el Gobierno tiene otros datos y, por lo tanto, aplica otras políticas diferentes a las que debe dictar el sentido común. Si pasara la 4T del “vamos requetebién” a la reconciliación con la lógica de generar confianza, tendría que revertir muchas de las decisiones que han tomado y que han derrumbado el ánimo de los inversionistas.
Donald Trump llegó tarde con su anuncio de retrasar la aplicación de algunas tarifas a productos chinos, el golpe de ayer en los mercados es el aviso de lo que ya se mueve en la economía global rumbo a una desaceleración que puede tomar tintes de recesión.
Para Boris Johnson parece más fácil encontrar un peine que la sensatez de buscar un buen acuerdo para su divorcio con Europa.
Y en México, la realidad paralela de la 4T no pinta para preparar un buen refugio contra lo que parece venir en la economía mundial.