El proyecto aeroportuario de Santa Lucía (en el municipio de Zumpango) que ha sido impulsado con toda la fuerza del Estado no sólo lleva acumulados 80 amparos contra la obra, sino que en su potencial operación y mantenimiento provocará un desabasto de agua en la población de la Ciudad de México, Estado de México e Hidalgo.
Estudios de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) revelan que el acuífero Cuautitlán-Pachuca –uno de los cuatro que abastecen de agua al Valle de México- se encuentra sobreexplotado en 800%.
Y las autoridades de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) estiman que, ya operando lo que será el Aeropuerto Internacional de Santa Lucía y para las instalaciones militares, necesitarán 12 mil metros cúbicos diarios de agua (12 millones de litros por día).
Vale citar que en la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) de este proyecto, que la Sedena entregó a la Semarnat, y cuyo estudio fue elaborado por el Instituto de Ingeniería de la UNAM, se advierte de daños colaterales en materia hídrica en las regiones referidas, pues los tres pozos que se ubican en el predio de la Base Aérea Militar 1 sólo podrán satisfacer necesidades en las primeras etapas de la construcción del nuevo aeropuerto.
Pese a que la MIA señala que durante los trabajos de construcción se empleará agua tratada, proveniente de plantas de tratamiento de Hidalgo mediante pipas, a largo plazo la crisis hídrica se agudizará, pues no hay proyectos sustentables a largo plazo.
Sin embargo, el mismo estudio de la MIA indica que una alternativa es traer el agua del acuífero del Valle del Mezquital a través de un acueducto (que se deberá construir a cargo de la Conagua), el cual se formó a lo largo de más de 100 años por las descargas de aguas negras de la Ciudad de México y la Zona Metropolitana.
Estas aguas residuales han servido, por décadas, para regar cultivos en el Mezquital, y los escurrimientos al subsuelo, al paso del tiempo, quedaron limpios. Ahora la Conagua maneja el proyecto de que estas aguas subterráneas sean una fuente de abasto al Valle de México. Pero ahora dicho proyecto apunta a cederlo al aeropuerto de Santa Lucía como una alternativa a la sobreexplotación del acuífero Cuautitlán-Pachuca.
Cabe precisar que en esta alternativa de acuífero del Valle del Mezquital, que refiere la MIA, no sólo se trata de tubos y acueductos para trasladar agua potable, y deja de lado una cuestión importante, el entorno social.
Este columnista fue testigo, durante los trabajos del Túnel Emisor Oriente (TEO) recién terminados, de que pobladores del Valle del Mezquital rechazan el proyecto de extraer el agua limpia del manto acuífero formado por las aguas negras vertidas ahí desde 1900.
“Por años nos enviaron sus descargas de aguas del drenaje, y ahora que la naturaleza ya las limpió, entonces las quieren. No vamos a permitir que se lleven el agua a ningún lado”, me advirtieron los pobladores durante una visita que realicé a la zona de cultivos del Valle del Mezquital, en Hidalgo.
Recordemos que la guerra del agua está muy activa, y hechos significativos dan muestra de ello: en 1998, un movimiento campesino se opuso al proyecto de Temascaltepec (que sería la ampliación del Sistema Cutzamala) y hasta la fecha se mantiene; en 2004, el Ejército Zapatista de Mujeres Mazahuas en Defensa del Agua tomó la planta Los Berros (donde se potabiliza el agua del Sistema Cutzamala) exigiendo indemnizaciones; y desde 1970 ejidatarios de la Cuenca de Lerma se han mantenido en lucha contra la extracción del agua.
El proyecto de Santa Lucía se puede tambalear más de lo que le provoquen los 80 amparos. La guerra del agua es prolongada y generacional.
Por ahora sólo la jefa de Gobierno capitalina, Claudia Sheinbaum, ha dicho que descarta utilizar el acuífero del Mezquital, y que trabaja junto con la Conagua y el Edomex en otras fuentes de abasto.
¿Y el Gobierno federal qué otras alternativas tiene que no sea a billetazos o represión sistemática contra los defensores del agua? Ya lo veremos.