La causa feminista es de hombres y mujeres. Siempre que puedo recuerdo esas palabras de mi mamá, una mujer fuerte y combativa: feminista en la palabra y la acción.
Mi madre tenía furia cuando ya no había otras posibilidades ante acoso o marginación y no rehuía la acción audaz.
Hoy es audaz quien tiene capacidad de entender que ya se consiguió visibilizar el tema y quien puede, desde la sociedad y desde el Gobierno, con base en empatía y con respeto a la ley, diseñar soluciones específicas a problemas de fondo.
Por supuesto, aspiramos a una ciudad y un país seguro para todas las mujeres; que cada una de ellas pueda salir a donde le plazca y volver a su casa sin haber sufrido ningún tipo de violencia. ¿Quién podría regatear o desacreditar una lucha que busca en última instancia proteger a sus hijas, madres, hermanas y amigas?
En los últimos días, la conversación parece estar dominada por los actos vandálicos y violentos de algunos hombres y mujeres participantes en la marcha del viernes para reclamar un alto a la violencia de género. ¿Fueron todos? No, pero importa y afecta el uso de agresiones y pintas al centro de las demandas por las que millones de mujeres alzan la voz todos los días.
Hay furia y se necesita poco para desbordarla. También para entenderla: son décadas de impunidad respecto a los abusos contra las mujeres. Sin embargo, estamos también llamados a considerar que en una ciudad gobernada por una mujer claramente comprometida con valores progresistas ya existen puentes, programas, coordinación y oportunidades para que se establezca un diálogo real que resulte en condiciones para la justicia.
Existen al grado de que en unas horas esas convicciones convertidas en programa de Gobierno rebasaron los esquemas de varios medios de comunicación que no alcanzaron a anticipar que bastaba el fin de semana para que la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, contuviera simbólicamente el incendio de la indignación que crece cada vez que una niña, joven, adulta o adulta mayor es acosada, agredida, violada o asesinada.
Al invitar a su mesa a un grupo amplio y plural de activistas, que además son jóvenes y líderes en redes sociales y presenciales de una renovada causa feminista, Sheinbaum abre la probabilidad de transformar el elogio de la furia, vigente en un segmento de la sociedad debido al abandono de la causa de género en un elogio de la cooperación y el compromiso.
Minimizar la discusión en el repudio de los grafitis en el Ángel de la Independencia nos hace olvidar otro elemento indispensable para el análisis del tipo de diálogo que podemos establecer en esta ciudad, que tiene como ninguna otra del país apertura para discutir y manifestar posturas y exigencias, sin represión.
Hubo 30 heridos en la manifestación del viernes, al menos la mitad son mujeres policía. Ellas también tienen derecho a ejercer su labor sin violencia, ¿verdad?
En ese sentido, es importante destacar que ayer mismo se instaló una comisión inédita en el mundo. Inició su labor para sancionar los casos de acoso y abuso que suceden dentro de la Secretaría de Seguridad Ciudadana y la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México.
Es una comisión con predominancia ciudadana y femenina, ilustrativa de la probabilidad que existe de hacer políticas de género eficientes aprovechando, sí, también, el dinamismo de la protesta y expectativa social y la apertura y sensibilidad autocorrectiva del gobierno de la capital nacional.
En pocas palabras: la conversación no debe ser sobre las pintas, sino sobre las mujeres y su derecho fundamental de vivir libres y seguras. Mujeres que son ciudadanas y mujeres que son policías.