En medio de los grandes problemas ambientales que tiene el país como la contaminación de los cuerpos de agua, del aire, suelo y hasta el riesgo de extinción de algunas especies, hay que destacar los trabajos que un grupo de científicos realiza en un barco emblemático de México.
Se trata del buque de investigación pesquera y oceanográfica Dr. Jorge Carranza Fraser, el cual es considerado como uno de los cinco mejores en su tipo a nivel mundial. Este barco fue construido en el Astillero Armon en España y llegó a México, al puerto de Mazatlán, Sinaloa, el 16 de febrero de 2014.
Tanto para las autoridades del Instituto Nacional de Pesca y Acuacultura (dependiente de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural -Sader-) como para los 22 científicos (de la UNAM, CICESE, CICIMAR, EPOMEX y UMAR, entre otros) que conforman la tripulación de esta embarcación, destacan los trabajos multidisciplinarios que realizan para integrar un banco de información con el objetivo de mejorar el manejo de los recursos pesqueros del país.
La infraestructura de investigación a bordo del buque está integrada por cinco laboratorios a través de los cuales –por ejemplo- se analizan las poblaciones de camarón rosado en el Golfo de México y los datos que arroja el monitoreo sirven para emitir las medidas de su manejo. Además, durante los recorridos de investigación se identifican múltiples especies potenciales para el aprovechamiento comercial, como es el caso de las mojarritas, el bagre gato y el lenguado mexicano, así como de la esquila, monitoreada en el Golfo de Tehuantepec.
Cabe destacar que uno de los laboratorios es de hidroacústica, que es considerado el más completo del mundo, a través del cual se obtienen datos del suelo marino a más de cinco mil metros de profundidad. “Hemos encontrado hasta montañas en el fondo del mar a través de un vehículo de operación remota ROV que baja más de dos mil metros de profundidad para tomar fotos, video y recolectar muestras marinas”, señala personal del Inapesca.
También los cruceros de investigación permiten ubicar a especies en peligro de extinción, y la información generada se envía a las autoridades correspondientes con el fin de que se apliquen las medidas de protección necesarias para la fauna marina en riesgo, como es el caso de la vaquita marina o la totoaba. Recordemos que en México el 23% de sus mares son Área Natural Protegida, y que además ocupamos el tercer lugar en la producción de pescado y mariscos por volumen en América Latina.
Una aspecto importante a considerar, resaltan los investigadores, es que la información oceanográfica y biológica que se obtiene en sus cruceros ha permitido elaborar series de tiempo históricas mediante las cuales se valoran escenarios de los potenciales impactos del cambio climático sobre los recursos marítimos del país.
Bien por este esfuerzo de investigadores mexicanos que también han mapeado la biomasa disponible para el manejo sustentable de la pesquería, cuyos estudios son fundamentales para que las pesquerías del noreste del país obtengan la certificación internacional por la Marine Stewardship Council (MSC, por sus siglas en inglés).