TLAXCALA, TLAXCALA.- Sin duda, el de la Tauromaquia es un tema que genera polémica, atizada en esta ocasión por el propio Presidente de la República, quien, cuestionado en su conferencia de prensa mañanera, planteó la posibilidad de someter las corridas de toros a consulta popular.
Las corrientes a favor y en contra de la fiesta brava no son exclusivas de un partido político, de un grupo o siquiera de la llamada Cuarta Transformación. Éstas se han expresado de manera plural, casi desde que esta actividad cultural llegó a nuestro país hace cinco siglos.
Cada vez son mayores los esfuerzos por acabar esta tradición y, en las últimas décadas, los movimientos prohibicionistas se han visto más constantes en su objetivo de frenar una fiesta que, quiérase o no, ha echado raíz en la historia de México.
Cegados en muchas ocasiones por un extremismo que impide ver más allá de su deseo de acabar con los festejos, quienes apoyan este tipo de iniciativas desconocen lo que representa en términos económicos, culturales y comunitarios. No están conscientes del impacto negativo que tendría incluso para el toro de lidia si esta actividad llegara a desaparecer.
Información de la Secretaría de Agricultura y de la asociación Tauromaquia Mexicana, actualizada a 2015, revela que la industria de la fiesta brava representa un valor global de cinco mil 500 millones de pesos anuales, nada despreciables en momentos en los que la contracción económica es una realidad en nuestro país.
En términos fiscales, aporta al erario alrededor de 816 millones de pesos y es generadora de 14 mil empleos, directos e indirectos.
Las empresas taurinas representan un mercado de mil millones de pesos, mientras que el valor de las más de 260 ganaderías que se ubican en distintos estados del país asciende a 12 mil millones de pesos y la venta de ganado bravo se estima en 600 millones de pesos.
Pocos saben que es gracias a la tauromaquia que el toro de lidia existe. Una eventual prohibición significaría la extinción de esta especie, que, por cierto, sólo 10% es sacrificado en los ruedos.
Con el paso del tiempo, los diferentes elementos que forman parte de esta industria han adquirido una serie de garantías legales que se verían vulneradas ante un eventual escenario de prohibición. Destacan derechos como el acceso a la cultura, la libertad de trabajo, profesión, industria y comercio, así como la libre expresión artística.
El Presidente cayó en la provocación de quienes buscan acabar con una actividad generadora de recursos y empleos, de una tradición que forma parte de nuestro patrimonio. Abrió un debate que es, a todas luces, innecesario.
Segundo tercio. Destacados integrantes de este gobierno son abiertamente defensores de la fiesta brava. Encabezan la lista Javier Jiménez Espriú y Juan Ramón de la Fuente.
Tercer tercio. Literatura, música, pintura, escultura y cine son algunas de las expresiones artísticas que han acompañan a la fiesta brava y que hacen de ella una actividad cultural en todo el sentido de la palabra.