El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció este martes el despido de su consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, representante de aquella interpretación en la práctica de la asertividad global halconamente más agresiva que la retórica del mandatario estadounidense.

Si la renuncia se dio, luego de que Trump afirmara no estar de acuerdo con muchas de sus sugerencias en materia de política exterior, en la versión que le interesó difundir al Presidente, es un elemento menos relevante que la otra cara de la intervención material de Estados Unidos a favor de intentos de diálogo con Corea del Norte y con Irán.

Ambos países y la distancia respecto de ellos, son constitutivos de una redirección de la vida diplomática y militar del vecino país desde el inicio de los años 50 ,el primero, y a partir del primer lustro de los años 70, en el segundo caso. En esas épocas, un segmento de los halcones, en contraste con quienes se inclinan por salidas diplomáticas, pareció predominar.

Vale la pena observar mañana cómo reacciona la gran prensa liberal, constantemente confrontada con Trump, dueño de virtudes políticas controvertidas que le permiten mantenerse como el contendiente principal de la próxima elección al mismo tiempo que, pese a la resistencia a reconocerlo, frente a países que tienen alianzas con potencias, como China o como Rusia, es en los hechos más cuidadoso frente a la tentación de verdaderos conflictos de dimensión global.

Si bien es cierto que Bolton es el tercer consejero de Seguridad Nacional que sale del equipo de asesores de Trump desde que empezó su mandato, su salida pareciera corresponder con el equipo que, al menos en esta coyuntura, privilegió la construcción de diálogo con naciones que han estado en la lista de las amenazas globales del gobierno estadounidense.

Trump ha estado dispuesto secretamente a acordar con otros ex archienemigos, por ejemplo, con segmentos de grupos talibanes en Afganistán, a quienes se habría ofrecido hasta la foto con el Presidente estadounidense que Bolton habría objetado, según los trascendidos de la frustrada cumbre secreta de Camp David. Para el boletín era suficiente sacar a los militares de ahí.

En materia de migración y tráfico ilegal de armas desde Estados Unidos hacia México, Trump es lento, poco asertivo y, en la práctica observación de resultados, diríamos que hasta indiferente.

Su caso habría que observarlo también en contraste con cualquier otro mandatario que, para efectos concretos de su intervención y el peso dado a sus prioridades reales, está dispuesto a hacer alianzas y puentes con actores políticos en el caso referido de escala global, pero aplica para la escala nacional, con independencia de su programa de gobierno y sus aversiones reales o ficticias declaradas en campaña o en tiempos no preelectorales.

Si habría algo que criticar a Trump es que fracase si su interés es la reelección, dado que la agenda efectivamente tomada coincide con un segmento más amplio que su electorado convencional.

Es probable que otros mandatarios puedan decir “fúchila” a Trump pero, en realidad, los más prácticos tienden a hacer alianzas —o no marcar distancias contundentes—hasta con…quien sea.

@giuerrerochipres