A quince años de haberse convertido en figura pública y a al menos unos diez de atrapar innumerables reflectores cada que dice palabra, al fin escuchamos a Lionel Messi sin ataduras, lejos de lugares comunes, tan sincero que costó trabajo reconocerlo.

Imposible culparlo, tamaña atención pudo propiciar que de origen se habituara a abrir la boca con el freno de mano puesto. Tanto que buena parte de quienes tuvimos el privilegio de entrevistarlo, lo hicimos con la absoluta certeza de que no habíamos superado su coraza.

Hablar estrictamente de futbol con voz baja, escatimar el largo de las respuestas, eludir temas espinosos, desviar la mirada de quien le pregunta, preferir quedar como ignorante antes que meterse en líos…, en definitiva, dar una sensación descafeinada opuesta del todo a la imagen eléctrica que irradia cuando recibe la pelota (finalmente, esa es su forma de comunicarse: de preferencia con la zurda y a más rivales mejor).

En la entrevista que le realizó esta semana el Diario Sport como en la de unos meses atrás con Fox Sports Argentina, lució determinado, abierto y humanizado. Ante la acusación de si él maneja a la directiva, zanjó con un “queda claro que no”, aludiendo a la llegada de Neymar que él admitió que promovía –es prudente añadir que eso no sería atípico: Pelé en Santos, como Franz Beckenbauer en Bayern, como Johan Cruyff en Barcelona, como Maradona en Nápoles, por supuesto que tenían voz y voto en la configuración del plantel.

Otro punto relevante se dio al referirse a su compañero, Ousmane Dembele, un talento descomunal que se rezaga por falta de compromiso: “Debe hacer el cambio a ser profesional, ponerse eso en la cabeza”.

Al dialogar sobre su futuro no se ha limitado al tópico de aquí me quedo, sino, con mayor sensatez y exigencia, “No tengo intención de moverme a ningún lado, pero quiero seguir compitiendo y ganando”.

Sin embargo, me quedo con dos puntos. Primero, su admisión sin queja de lo difícil que es no lograr pasar desapercibido, no poder ser por un instante un tipo normal y sin descanso de miradas. Segundo, al serle cuestionado por sus sitios favoritos de la ciudad en la que ha vivido por un par de décadas: “La verdad es que en Barcelona estamos poco. La vida nuestra pasa por Castelldefels”.

 

Sí, es extraño el futbolista de élite que hoy habita la ciudad en la que juega. Fama y paranoia los han empujado a las urbanizaciones de lujo, propiciando que casi desde la adolescencia se alejen de su realidad. Justo el tema medular por el que es tan raro que una súper estrella responda con frontalidad ante los medios.

Twitter/albertolati

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