Va a ser muy difícil encontrar a un historiador de los últimos 80 años que asiente una ceremonia del Grito donde se registrara tal respaldo a un Presidente.
Era tal el entusiasmo popular, que sobrevivió a la emoción posterior a las arengas, por ejemplo, con la muy famosa consigna de campaña de que es un honor…
Tal vez en la época de Lázaro Cardenas. Y no había entonces héroes anónimos ni madres y padres de la Patria reconocidos en las vivas.
Por lo pronto, no hay un grito previo en estas décadas en que el salón recorrido por los cadetes y la pareja presidencial en turno haya estado vacío de notorios y notables, ni de familiares descendientes en el balcón o ausente de acarreados salvo, tal vez, el de Vicente Fox, apenas en 2001. Tampoco uno carente de supervisiones de seguridad en las que se checaba hasta a los niños.
La capital nacional era el país. Solamente en Guanajuato, sí, la tierra de origen de los libertadores fundacionales hay resistencia al lopezobradorismo.
Es tal la confianza del primer mandatario, y al día siguiente, del Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, que permanece contra convención y protocolo mucho más tiempo del estimado, escuchando su nombre rebotar en la multitud que saluda y se toma selfies hacia el balcón en Palacio Nacional.
En la continua electricidad que proviene de una históricamente desconocida emoción —para tres generaciones— cuando comulgan el sector ampliamente mayoritario de la ciudad y del país, López Obrador es el lazo más directo entre el individuo y la comunidad nacional y las redes pasan de mil a 103 mil conectados en menos de diez minutos cuando se inicia el avance hacia el clímax de la noche.
Con un representante popular necesitado de contrapesos que sean más significativos que las vanidades de intelectuales y sus respectivos medios de difusión desterrados a medias del presupuesto federal y de padrinazgos dentro de Morena, no hay nada entre el individuo y la multitud, entre el Presidente y el Pueblo.
Sonrojados y sinceros, hasta los críticos habituales de la Cuarta Transformación lo captan y se pronuncian entusiastas o cálidamente conmovidos por la nación y la ceremonia, en Twitter o en la conversación.
Algunos no pasan de aceptar el cliché con el cual se quiere responder a la incapacidad de comprender el momento. “Es un fenómeno”.
Y la evidencia de que son secundarias las contradicciones, las “ocurrencias”, las “metidas de pata”, las imprecisiones, todas ellas reales o supuestas, en materia de seguridad o promoción del desarrollo económico, cae como una maza de toneladas de confeti tricolor sobre las cabezas de los mejor pensantes.
La comunión pesa inmensa sobre la educada crítica impopular del intelectual promedio.
La noche del Grito y la mañana del desfile da inicio fresco a una nueva etapa de prosperidad…en la popularidad de López Obrador.
LEG