La efectividad de los “otros datos” está en explotar esa fe, casi ciega, que tienen muchas personas en la actual administración.
Siempre será más recordado por el pueblo bueno un “vamos requetebién” que un dato negativo de la inversión fija bruta o del indicador coincidente.
Tendrá más repercusión política y mediática un “fúchila, guácala” que un dato estadístico del incremento porcentual en los índices de los delitos de alto impacto.
Esa realidad de una economía en franca desaceleración, o de los niveles de delincuencia y violencia en niveles tan altos, solamente puede cambiar la percepción ciudadana, ante tal maestría del manejo político de las masas, cuando se siente en carne propia.
En materia económica, es muy difícil encontrar en los indicadores una razón personal para entender que hay problemas con el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB). Puede ser que, justamente, los indicadores de confianza empresarial o de inversión sean determinantes para prever el comportamiento futuro de la economía. Pero su divulgación comunica muy poco.
Incluso, poco comunica el mismo resultado del PIB y sus crecimientos negativos, o cercanos a cero, con todo y discusión si estamos en recesión técnica de acuerdo con las definiciones de los economistas.
La más pulcra de las explicaciones que pudiera dar un experto en temas económicos sobre por qué estamos en una fase de estancamiento económico, sucumbe ante el discurso polarizante y de falso optimismo que se irradia cada mañana desde Palacio Nacional.
El entendimiento de las señales económicas quedará claro hasta que se sienta en carne propia. Y no hay forma más cruda de vivir una mala condición económica que aquella que se siente en el ingreso, ya sea porque éste baja o de plano se pierde.
Los datos que recién conocimos del empleo formal, registrado ante el Instituto Mexicano del Seguro Social, cobran sentido cuando los escucha alguno de los casi 36 mil empleados que vieron destruidas sus plazas laborales entre noviembre y julio pasado. Tienen valor para aquellos que entienden que no encuentran trabajo porque este año se crean la mitad de los que se generaban el año pasado.
El ritmo de generación de empleos es el más bajo desde las épocas de la crisis de la gran recesión mundial y eso es algo que afecta directamente a los trabajadores. Por lo tanto, se puede entender con mayor facilidad.
Al final, de lo que se trata es que tener claro que la desaceleración económica que sufre la economía mexicana deriva de malas decisiones de este Gobierno. Pero, al no existir una presión social para recomponer el camino, se insiste en esas estrategias equivocadas.
La falta de un gasto público de inversión, la ausencia de planes sociales que incentiven las actividades productivas, malas decisiones de gasto en proyectos inviables. Falta de generación de confianza entre los inversionistas. En fin.
Todo esto ha pesado en el desempeño económico. Pero una rectificación tendría que venir desde la presión social de aquellos que, ahora sí, ya sienten en sus bolsillos qué significa eso de la desaceleración económica.