La frase coloquial “estamos bien, pero vamos mal” describe el entorno económico, en el cual la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) decidió reducir la tasa de interés por segunda vez consecutiva. La economía está bien, pero no se dirige a un lugar placentero.
De los tres párrafos de su escueto comunicado, la Fed ocupó tan solo cuatro líneas para enviar la señal contundente de que la economía estadounidense podría enfrentar problemas en los próximos meses. Ante este escenario, la autoridad monetaria colocó la tasa de fondeo en un rango objetivo de 1.75% a 2.0%. La Reserva Federal considera que ese estímulo es suficiente para mantener de manera sostenida la expansión económica con una inflación cercana al 2%.
Es verdad que la economía de Estados Unidos está en buena forma, tal como lo describe la Fed en el primer párrafo del comunicado: el empleo aumenta sólidamente, la tasa de desempleo sigue siendo baja, el gasto de los hogares tiene un crecimiento acelerado y tanto la inflación observada como la esperada están bajo control. Sin embargo, las cosas van mal porque la inversión fija de las empresas y las exportaciones han empezado a desacelerarse, como consecuencia de la incertidumbre generada por la guerra comercial de Trump contra China.
La respuesta virulenta del presidente de Estados Unidos no se hizo esperar. Primero, porque la decisión de la Fed no fue lo agresiva que él hubiera deseado para promover un crecimiento más acelerado. Para Trump, la reducción de la tasa debió ser de medio punto y no de un cuarto. Segundo, porque la Fed ha insistido en que el panorama incierto es consecuencia de la guerra comercial, y esa es responsabilidad de Trump. Un presidente que no entiende de autonomía quisiera ver a la Fed convertida en entusiasta porrista de sus cruzadas. Pero la realidad es otra: lo que para Trump es épica, para la Fed es tragedia inminente. La Fed, ajena a la política, solo tiene que enfocarse en su doble mandato: maximizar el empleo con estabilidad de precios. Para lograrlo, su posición monetaria debe atender menos al presente y más al escenario futuro con mayor probabilidad de ocurrencia.
Para México, las implicaciones son claras. Banxico tiene más elementos para reducir otro cuarto de punto la tasa de fondeo en su reunión de la próxima semana y el Congreso tiene una razón adicional para reforzar su convicción de que la mejor posición fiscal para enfrentar la incertidumbre es la austeridad.