Salvador Guerrero Chiprés
@guerrerochipres
Las economías colaborativas han transformado el mundo de los negocios porque ofrecen un crecimiento exponencial en ventas y rentabilidad. Son disruptivas y para algunas empresas tradicionales se presentan como un desafío al que es difícil responder porque implican una gran cantidad de agilidad, eficiencia en costos y especialización.
¿Quién hubiera pensado, por ejemplo, que cualquiera podría convertir una habitación de su casa en un destino atractivo para los turistas? La tecnología habilita cambios que hace poco parecían imposibles.
Uber es uno de los casos más exitosos, con su buena dosis de creatividad y sistemas lograron resolver una combinación de dos preocupaciones centrales para cualquier persona: la movilidad y la seguridad.
Hoy son el principal operador de servicio de taxis por aplicación en México, tienen 250 mil socios conductores. En el Consejo Ciudadano pensamos en esta idea: seguridad colaborativa, que se extiende más allá del convenio que firmamos ayer con Uber.
¿Qué podría ser más poderoso que una red ciudadana activa, perceptiva y participativa?
En el caso de Uber, el acuerdo incluye como uno de sus ejes principales la prevención de Trata de Personas. Cada uno de esos 250 mil conductores que trasladan a más de ocho millones de usuarios por nuestro territorio puede ser un agente de cambio, de eso estamos convencidos.
Seguridad colaborativa quiere decir que todos ponemos nuestra visión y conciencia al servicio de todos, a favor de la cultura de la denuncia. Un nuevo contrato social.
En el caso de Uber, aunque apenas se formalizó la colaboración, ya hay casos de éxito en los cuales la información que han dado los conductores ha resultado de gran utilidad para la identificación de la dinámica del delito en lo que respecta a rutas lugares, perfil de las víctimas y transporte.
De hecho, gracias a la colaboración de los conductores, quienes han sido capacitados para identificar señales de Trata, se logró salvar a tres mujeres en el estado de Morelos, específicamente en el municipio de Cuautla que eran explotadas sexualmente.
No callarse, denunciar, dejar atrás la indiferencia y colaborar es parte de esta noción de seguridad colaborativa que trasciende vínculos institucionales.
Es posible pensar en que ese empoderamiento ciudadano coincida con los datos que demuestran el avance en una estrategia integral de seguridad que, en particular en la Ciudad de México, empieza a demostrar tendencias contundentes a la baja en delitos de alto impacto y baja cifra negra.
Dos ejemplos son homicidio doloso que disminuyó, en comparación de agosto contra diciembre del año pasado, en 34% y robo de vehículo con y sin violencia, respectivamente, los cuales registraron disminuciones de 28 y 25%. En el otro extremo, la extorsión, lamentablemente, creció 34% mientras que el robo a casa habitación con violencia y el robo a pasajeros a bordo de taxi presentaron aumentos, respectivamente de 12 y 23%.
Con todo, de 21 delitos de alto impacto, seis registran deterioro, doce mejoras y el resto permanece estable. Frente al punto de partida de la actual administración. En la capital nacional, la situación de inseguridad ha disminuido sin que dejen de existir evidentes desafíos que incluyen la experiencia material de la carencia relativa de seguridad y una percepción que es aun negativa.
Los esquemas posibles, particularmente referidos a la presencia policial, uso creciente de inteligencia investigaría y operación, así como cooperación y colaboración interinstitucional y ciudadana abren la posibilidad para una mejora generalizada que, si se mantiene este ritmo de trabajo y se le profundiza, se perciban mejor en seis meses más.