Como tantas cosas en la 4T, lo de los cordones de la paz para la marcha del 2 de octubre pasó de ser una idea muy mala a ser otra muy mala, pero diferente. Lo que todos entendimos, en primera instancia, fue: “Apúntense para contener a los vándalos”, suponemos que con una onda gandhista, con el antecedente de la marcha por los 43. Y pues no, gracias. A la ciudadanía ya la vimos aquel día haciendo la chamba de los granaderos, aunque con formas no propiamente gandhistas. ¿Recuerdan  a esos comerciantes defendiendo sus negocios con palos y tubos? Tienen, con buenos motivos, la sensación, que compartimos muchos, de que el gobierno los deja a su suerte. El federal y el chilango.

Luego de aquel día, discutí amablemente con Gabriel Guerra en torno a lo que para mí es el abandono del gobierno de una de sus funciones centrales. Dice Gabriel que no deberíamos permitir que ese tema nos distraiga de lo importante, que es la desaparición de personas. De acuerdo. Pero al gobierno federal, y al de Claudia Scheinbaum, creadora de la idea de los cordones, los empieza ahogar la sensación de que no dan una en la lucha contra la inseguridad.

No es una sensación injusta. Los cordones, al final, fueron integrados por “voluntarios”… de las dependencias públicas. ¿En serio? ¿La respuesta al espanto de la marcha de Ayotzinapa es vaciar las oficinas de gobierno y exponer a los trabajadores a piedras, palos y cohetes? Sobre todo: ¿de veras alguien se cree lo de “voluntario”, es decir, que no hay presión en una oficina en la que tu jefe va a ver si te lanzaste a la marcha porque su jefe va a ver si él y su equipo se lanzaron a la marcha, y así sucesivamente? La respuesta del gobierno al incumplimiento de una de sus funciones centrales: cuidarnos, fue una de las prácticas más cuestionables de un gobierno: el acarreo. Y uno de alto riesgo.

Los anarquistas aparecieron. No hubo tantos destrozos como los del otro día, pero agandallaron a los policías, rompieron vidrios, dejaron sangrando a uno del grupo Marabunta y le prendieron fuego al pelo de una chica con un cohete. Hubo heridos, sí. Y el cordón se deshizo como papel mojado. Los “voluntarios” se quitaron la camiseta dada por el gobierno para que no los madrearan.

Terminaron detrás de la policía, que, sin armas y mal preparada cómo está, fue la que contuvo a los violentos. Como se hace en todo el mundo.

La versión oficial es que los cordones fueron un éxito. No nos lo creemos. Y es que la sensación es la misma: que la policía eres tú.