Por Karina Aguilar

La semana pasada fuimos testigos de otro fracaso del gobierno de la Ciudad de México al poner en marcha una más de sus ocurrencias para combatir la violencia.

 

El cinturón de paz integrado por empleados del gobierno capitalino de todos los niveles y todas las edades, que  participaron -“de manera voluntaria”- no logró contener a los jóvenes violentos que se infiltraron, una vez más, en la marcha conmemorativa por los 51 años de la matanza de Tlatelolco.

 

La “brillante” idea de exponer a ciudadanos sin protección alguna a la violencia de los denominados anarcos, que bajo el anonimato destruyen todo lo que encuentran a su paso y amenazan a golpes y con agresiones a las personas que les estorban en su camino, no funcionó.

 

Tampoco funcionaron los llamados de la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum ni del Presidente Andrés Manuel López Obrador de asistir a la manifestación con la cara descubierta, o serían acusados con sus abuelitos.

 

Una vez más, la autoridad no pudo evitar que un pequeño número de jóvenes rompiera cristales e hiciera pintas a todo lo que encontraba a su paso. Lo que sí funcionó, fueron los llamados de los comerciantes a las autoridades para protegerlos y evitar saqueos lo cual se logró con la instalación de vallas de madera y metal y no con civiles.

 

Las autoridades calificaron como un éxito el operativo, pero dos días después renunció a su cargo el secretario de seguridad pública de la Ciudad de México Jesús Orta, el mismo de las “brillantes ideas” y la brillantina color púrpura.

 

El reto en materia de seguridad es enorme, por lo que el gobierno de la Ciudad de México no se puede dar el lujo de tener ideas innovadoras a falta de estrategia, ahora hay un nuevo encargado de seguridad y con él la esperanza de que bajen los índices de inseguridad y violencia.

 

Y en Pregunta Sin Ofensa:

 

En medio de acusaciones por presunto lavado de dinero el ministro Eduardo Medina Mora renunció a su cargo ¿Y a Bartlett, cuándo le pedirán su renuncia?

 

DAMG