La Filosofía lleva milenios defendiendo la dignidad humana. La historia universal está llena de luchas en favor del respeto a los derechos de la persona. Hemos evolucionado impulsados desde las atrocidades padecidas; la clarividencia y valentía de personajes clave como Francisco de Vitoria, Olympe de Gouges, Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Nelson Mandela, Malala Yousafzai y cientos más; así como por el compromiso de millones de ciudadanos y sus gobiernos, lo cual ha permitido un desarrollo notable en el reconocimiento de los Derechos Humanos. Otra cosa es que se respeten.
Basta revisar la lista de Derechos Humanos Universales para saber que nuestro país dista de ser ejemplo en su respeto. Especialmente duelen las historias de tortura, los rampantes feminicidios, los crímenes de odio, los miles de desaparecidos, la trata de personas, la impunidad de las víctimas del delito, la discriminación de comunidades indígenas, migrantes y mujeres, el tóxico e ineficaz ambiente del sistema penitenciario ─nomás por mencionar alguna que otra brutalidad.
En este contexto, no dudo en afirmar que el Senado de la República realizará en las siguientes semanas uno de los nombramientos más importantes en nuestro país: el nuevo Presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), o la ratificación por un segundo periodo del titular actual.
La elección se efectuará en un ambiente donde la relación entre el Gobierno y los organismos autónomos mantiene cierta crispación dados los continuos señalamientos a los “otros datos” distintos a los del INEGI o el Banco de México, los onerosos gastos del INE (sic) y la reciente salida del Ministro de la SCJN, Eduardo Medina Mora.
El Estado confiere autonomía a algunos organismos precisamente por la decidida e innegable importancia de la información y actividades que desempeñan, así como por la necesidad de que mantengan una capacidad crítica y una sana distancia del poder que no se empañe ni se acomode de acuerdo a las circunstancias políticas; a lo que al gobernante le convenga, pues. Estos organismos no pueden ser comparsas ni tapaderas, están hechos para reflejar la realidad y ayudar al gobierno a cumplir adecuadamente sus obligaciones.
En la próxima elección del Presidente de la CNDH, muchos líderes de opinión y ong´s han señalado que la defensa de la autonomía institucional será clave. Sin duda. Lo cual no quiere decir que gobierno y organismos autónomos deban estar enfrentados. Grave sería tener titulares a modo, también que se la lleven de pleito. De poco sirve si la relación está rota. Uno se dedicará a emitir recomendaciones, el otro a ignorarlas.
Al final, el afectado es el ciudadano, las víctimas. No hay que ponernos suspicaces con instituciones que, sin temor a mostrar y amparar la verdad, tengan junto con el gobierno un solo propósito, es decir, un mejor país. Y lo mismo sucede con las organizaciones de la sociedad civil. El trabajo debe ser en equipo. O vamos juntos, o no lo conseguiremos solos.
Es igualmente necesaria una CNDH que sepa comunicar a la sociedad su importancia a través de una mayor cercanía con las víctimas. Se trata de una institución que promueva y defienda los derechos humanos con más sensibilidad hacia los desamparados, más hombro con hombro y menos desde la exacerbación de la formalidad jurídica. «Para las personas oprimidas es importantísimo saber que no están solas…» señaló Desmond Tutu. Esa también debe ser una característica del nuevo dirigente de la Comisión.
Por último, pienso que es tiempo y buen signo de los cambios que requiere México, nombrar a una mujer al frente de la CNDH. «Una lucha política en donde las mujeres no participan en el núcleo, la parte de arriba, la parte de abajo y el interior no es en absoluto una lucha», decía la autora india Arundhati Roy. Además, la mayoría de los titulares de organismos autónomos son hombres, y ya sabemos que el desarrollo es imposible sin ellas.
Es también una forma de saldar añejas deudas de igualdad que permitan una sociedad más justa y equilibrada, de potenciar una nueva visión que en la CNDH ha sido prioritariamente masculina y de aprovechar su especial y sensible forma de cuidar al desprotegido.
El 31 de octubre sabremos si el Senado de la República cumplió con esta seria responsabilidad. Como lo dijo la misma Presidenta de la Comisión de Derechos Humanos en la Cámara Alta, Kenia López Rabadán, esta es «una de las atribuciones más trascendentes…y debemos estar a la altura de las circunstancias» (24 Horas).
Para A.L.E., con cariño.