En México, el espejismo de la democracia fue minuciosamente construido por la élite política del pasado, cuyos integrantes la mantuvieron ceñida al terreno electoral en donde ellos mismos establecían las injustas reglas del juego, exiliando así la verdadera representación de la voluntad popular, misma que no tuvo lugar en el país, sino hasta en fechas muy recientes. Y si bien la forma de organización ateniense de la cual se desprendería el concepto de democracia ha sufrido grandes cambios a lo largo del tiempo, y su aplicación ha sido imperfecta, en México los estándares de calidad siempre habían estado por debajo del promedio.
Fue precisamente la constante violación de los principios de la democracia representativa en nuestro país lo que generó que la participación ciudadana fuera en picada. Ante la imposición de un modelo político y económico que nada tenía que ver con la voluntad de la mayoría y que, por ende, no representaba más que a la clase dominante, la ciudadanía se alejó también del terreno electoral. Muy pocas personas se sentían conformes con su democracia y las opciones políticas parecían todas iguales; no existía entonces mecanismo alguno que permitiera diluir y ver más allá del espejismo de nuestra democracia.
Este espejismo se desvaneció en 2018, cuando la voluntad popular finalmente entró al terreno electoral, haciendo valer sus derechos democráticos. Delante nuestro encontramos ahora un terreno fértil para cultivar las raíces de un sistema de organización democrático legítimo y, con ello en mente, hemos logrado construir uno de los elementos jurídicos más importantes para que la sociedad pueda evaluar a quienes son electos popularmente: la revocación de mandato. Este instrumento es una palanca para que a México regresen los valores intrínsecos de la democracia representativa, y que nunca más un grupo de interés reducido imponga o quiera reconstruir el espejismo democrático.
No se trata de algo menor. La figura de revocación de mandato es un mecanismo de democracia directa que busca fomentar la participación ciudadana, así como asegurar la rendición de cuentas y el constante esfuerzo de quienes son elegidos popularmente, factores que sin duda ayudarán a mejorar la calidad de nuestra democracia. En torno a la aprobación de este mecanismo se generó un gran debate en el que todas las fuerzas políticas tenían puntos de vista particulares, válidos e importantes. Haber alcanzado consenso respecto a su aprobación pone en evidencia el común denominador de todos estos puntos de vista, que es seguir fortaleciendo la democracia como algo indispensable para la transformación de la nación.
Aún falta mucho tramo por andar; existen en el país quienes extrañarán lo que entendían por democracia, y se opondrán constantemente a la implementación de políticas verdaderamente democráticas. De la colaboración entre la sociedad y las autoridades depende que de aquí en adelante se imponga la realidad y no el espejismo democrático que por tanto tiempo inhibió la participación de la sociedad en la vida política del país.
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