Enrique Serna ha publicado recientemente una de las novelas mejor documentadas de los últimos tiempos, en la que dibuja la forma en la que convivieron, entre los años 50 y 70 del siglo pasado, poder político y periodismo a través de un singular personaje, Carlos de Negri. Los excesos de este controvertido reportero y sus vínculos con el sistema son el eje central de este texto que sirve para comprender, sin condenar, al México de ese entonces.

Otra lectura, Morir en el golfo, la primera novela de Héctor Aguilar Camín, publicada en 1986, se torna obligatoria en estos días para entender el origen y la evolución de la subordinación de la vida gremial mexicana ante los subsecuentes regímenes políticos, las extralimitaciones de este sector y la forma en la que las diferentes administraciones han hecho del corporativismo una forma de gobernar.

La reciente renuncia del dirigente nacional del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), Carlos Romero Deschamps, pone al descubierto una realidad que ningún gobierno ha querido, hasta hoy, asumir: el estrecho vínculo entre corrupción, excesos y sometimiento obrero al poder en turno, todo ello con la complacencia de quienes han permitido que esto siga ocurriendo en el México del siglo XXI.

Aguilar Camín describe en su obra la permanente lucha entre dos personajes, un político local veracruzano y un excéntrico dirigente sindical petrolero, que, en la década de los setenta y ochenta, adquirió un poder desmedido y tolerado por los gobiernos centrales. Sin mencionarlo abiertamente, este personaje podría tratarse de Joaquín Hernández Galicia, La Quina, antecesor de Romero Deschamps, y quien fue artífice del cúmulo de abusos de los líderes obreros mexicanos.

La obra del periodista y escritor nos refiere al control corporativo de la clase obrera nacional y su subordinación a la autoridad en turno, en una relación siempre compleja, en la que el chantaje ha estado presente como forma de operación.

Ya con Romero Deschamps fuera del sindicato petrolero, se abre la posibilidad para sentar las bases de una nueva relación entre gobierno y clase trabajadora, alejada de todos aquellos escándalos que caracterizaron la gestión de este dirigente como su presunta participación en el Pemexgate y los abusos exhibidos por él y su familia, ampliamente documentados de manera pública.

La pregunta que ahora surge es si el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador impulsará una transformación en el ámbito sindical o, como sucedió en 1993, cuando Romero Deschamps sucedió a Hernández Galicia, únicamente se permitirá la continuidad de los usos y costumbres que no tienen ya cabida en el México moderno al que todos aspiramos.

Como sea, la relectura de la obra de Aguilar Camín se vuelve indispensable para evitar que esto último ocurra.

Segundo tercio. Dice el gobernador electo de Baja California, Jaime Bonilla, que acatará la resolución de la Corte cuando ésta se pronuncie a favor o en contra de extender su mandato de dos a cinco años. Sería bueno que alguien le explique que no tiene de otra, acatar. Es lo mínimo en democracia.

Tercer tercio. Como un día histórico calificó el presidente López Obrador la inauguración de las obras del aeropuerto de Santa Lucía. Sin duda histórico, para unos y para otros. Todo depende del ángulo del que de observe.