Esta semana fue muy mala para Morena. Dos eventos evidenciaron la descomposición de ese partido con apenas cinco años de fundado.
Primero, el presidente Andrés Manuel López Obrador les recordó a los súperdelegados estatales, 32 políticos de Morena comandados por Gabriel García, que no se metan más en la elección. “No hay partido de Estado”, se titula un memorándum que tuvo que publicar el presidente a sus colaboradores. Además, les repitió que si a alguno lo “cacha” metiendo las manos en el partido, lo mete a la cárcel.
Luego, el conflicto interno en la dirección nacional de Morena. El Comité Ejecutivo Nacional anuncia que se suspenderá la elección por las impugnaciones, la violencia y las trampas que se están registrando en las asambleas distritales para nombrar consejeros nacionales y estatales. En contraparte, la Comisión de Justicia dice que la elección de la dirigencia sigue y que todo sigue como se planteó en su convocatoria.
Morena no tiene un padrón confiable. No están todos los que deberían y han rasurado a los que no coinciden con los caciques que tienen “a las bases” en sus tribus y corrientes (como cuando eran perredistas, algunos de ellos).
Morena se niega a ser un partido político. Quieren lucrar con la figura de López Obrador, pero no han entendido que él ya está en otros asuntos. Los morenistas podrían hacerle un gran favor al Presidente, y al país: actuar con altura de miras y cancelar su fraudulenta elección y limpiarse la cara para que la ciudadanía confíe en ellos en la elección de 2021. ¿Podrán actuar con sensatez y cordura? La verdad, no lo creo.
La Letrina.
Hace unos días, en la Cabecera Municipal de Ixtapaluca, apareció un periódico católico (de esos que aparecen cada que Dios quiere). Los voceadores, gritones de noticias, anunciaban la captura de una banda de secuestradores.
En menos de un mes, habían secuestrado a dos personas, una de ellas menor de edad. Lo trágico de este asunto es que los delincuentes son muy jóvenes.
La Fiscalía General de la República sabía de la operación de esta banda criminal. En unas semanas, armó un operativo para dar con la casa de seguridad en donde mantenían secuestradas a sus víctimas, a las que torturaban para que les dijeran la capacidad monetaria de sus familiares. Esa casa de seguridad era la misma en la que los secuestradores vivían. Dos pequeños, hijos de estos hampones, viven ahora en un centro infantil del DIF porque sus padres están en la cárcel.
Un mes tardó la unidad antisecuestro de la FGR en atrapar a estos malandros que, sin piedad, privaron de la libertad a, por lo menos, dos personas. Hoy, cuando menos seis personas que delinquían están fuera de las calles y ya no pueden hacerle daño a la sociedad.