Las renovadas protestas antigubernamentales en Irak se apoderaron de la capital, Bagdad, y otras ciudades del sur del país, dejando un balance de al menos 30 personas muertas y más de 2,000 heridas, denunció la Comisión de Derechos Humanos.
La policía iraquí disparó balas de goma y descargas de gases lacrimógenos contra los manifestantes, con al menos 30 muertes registradas en Bagdad y las provincias del sur de Basora, Maysan, Dhi Qar y Muthanna, según el Observatorio iraquí para los Derechos Humanos, citó la cadena árabe Al Yazira.
Por su parte, la gubernamental Comisión de Derechos Humanos de Irak también estimó en 30 el número de muertos y más de 2.000 manifestantes heridos tras la represión de las fuerzas de seguridad iraquíes.
Los disturbios sangrientos son “una continuación” de los acontecimientos de principios de octubre en los que 157 personas y más de seis mil resultaron heridas como resultado de la ira generalizada por la corrupción oficial, el desempleo masivo y los deficientes servicios públicos.
Por su parte, la cadena árabe Al Arabiya cifró en 40 el número de muertos de las protestas del viernes en Irak, cuando las fuerzas de seguridad usaron gases lacrimógenos y una milicia respaldada por Irán abrió fuego para tratar de sofocar las renovadas manifestaciones contra la corrupción y las dificultades económicas.
Un oficial de inteligencia del gobierno y un miembro de la poderosa milicia Asaib Ahl al-Haq fueron asesinados en un enfrentamiento con manifestantes en la ciudad sureña de Amara, dijeron fuentes policiales citadas por Al Arabiya.
Las manifestaciones han planteado el mayor desafío para el gobierno del primer ministro iraquí, Adel Abdul Mahdi, quien se ha comprometido a abordar las quejas de los manifestantes al reorganizar su gabinete y entregar un paquete de reformas.
Sin embargo, los ajustes han hecho poco para calmar a los manifestantes, cuya ira se centra no solo en la administración de Mahdi sino también en el establecimiento político más amplio de Irak, que según ellos no ha logrado mejorar las vidas de los ciudadanos del país.
Muchos ven a la élite política como subordinada a uno u otro de los dos principales aliados de Irak, Estados Unidos e Irán, poderes que creen están más preocupados por ejercer influencia regional que las necesidades de los iraquíes comunes.
RYHP