Tal vez usted recordará el caso de aquellas mujeres indígenas; Jacinta Francisco, Alberta Alcántara y Teresa González, a quienes se les acusó de secuestrar seis policías de la extinta Agencia Federal de Investigaciones. Estuvieron varios años en la cárcel. Fue aquel un proceso penal vergonzoso, cochino, sin pruebas sólidas, que terminó mucho después en una disculpa pública por parte del Estado. Claro, como reza el dicho, “palo dado ni dios lo quita”.
Frente a injusticias como esta, un organismo determinante para la defensa de los ciudadanos es la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), que está ahora en los reflectores porque en los siguientes días el Senado de la República elegirá a su nuevo(a) titular. En mi opinión, una de las decisiones políticas de mayor trascendencia en este periodo de sesiones. Por eso, quiero “contarle” sobre la CNDH.
Se trata de una institución que, hasta el 2017, último año con estadística oficial, contaba con 1,657 colaboradores. Para el 2019 les autorizaron casi 2000 mil millones de pesos de presupuesto.
La dimensión de la CNDH no es menor. Pero más que el tamaño, quiero subrayar su importancia porque es un contrapeso de las administraciones públicas en turno. Es una Comisión especialmente necesaria en un país en el que los servicios públicos en general no son conocidos por su eficacia: y hablo desde los servicios de agua y alumbrado, hasta la provisión de salud y la impartición de justicia.
“Presunto Culpable” es un documental que muestra muy bien las injusticias a las que estamos expuestos. Aquel filme que narra cómo una patrulla en Iztapalapa arresta a José Antonio Zúñiga y lo acusa de homicidio. A Toño lo condenaron injustamente. Si no hubiera sido por el documental, tal vez ahí seguiría. Historias de estas, hay las que quiera.
La CNDH recibe miles de solicitudes de atención. No todas proceden. Las que sí, son los “expedientes de queja”, es decir, aquellos en los que se determinó la presunta violación de derechos humanos, con lo cual se da inicio a una fase de investigación. En el 2017 la Comisión registró 9,002 nuevas quejas. Las cinco autoridades señaladas con mayor frecuencia ─el top five de las quejas, pues─ fueron el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), la Secretaría de Educación Pública (SEP), el Instituto Nacional de Migración (INM) y la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA).
¿Cuáles son las principales quejas? En general la prestación indebida del servicio público; la falta de honradez, lealtad, imparcialidad y eficacia en el desempeño de las funciones, empleo, cargos o comisiones; así como, en tercer lugar, omitir proporcionar atención médica.
Le voy a contar rápidamente un caso que, si no fuera real, parecería chiste y no dolería tanto: policías van a la frontera sur de México. Buscan al “pollero” de la zona, es decir, al que transporta personas indocumentadas. Realizan algunas indagaciones, mal hechas. Además, no se comunican bien porque están en una zona donde prevalece una lengua indígena. Pues dan con la pollera, y la encierran. Claro, esta “pollera” era la señora que vendía pollos. No es broma. La confusión le costó cárcel a una mujer inocente.
Ahora que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos está a punto de renovarse, tres ideas finales:
(a) La institución tiene el reto de saber comunicar a la sociedad su incidencia y utilidad en la vida nacional.
(b) Convendría también una Comisión que tenga la capacidad de seguir, a nivel ciudadano, mano a mano, los procesos con las víctimas. Me refiero a realmente acompañar a quienes lo necesitan.
(c) Por último, también creo que es una buena oportunidad para que esté al frente una mujer. De los siete presidentes que ha habido desde 1993, sólo una fue mujer y duró dos años. Después de escuchar las recientes comparecencias en el Senado, queda claro que hay la capacidad y el talento necesario.
Probablemente el próximo jueves, o a lo más antes del 5 de noviembre, sabremos qué sucedió con él o la nueva presidenta de la CNDH. El reto es grande, y no es solo de la nueva cabeza; nos toca saber acompañarla.