Por Otoniel O. Ochoa P.
@OtonielOchoa
El dato oportuno sobre el crecimiento del PIB al tercer trimestre no soprendió a nadie: la economía nacional sigue estancada. Quizá lo más interesante sea la composición de ese resultado, ya que da señales del debilitamiento de los únicos motores que hoy protegen a la economía de una recesión somera.
Por una parte, el sector industrial retrocedió por tercer trimestre consecutivo, principalmente debido a la contracción de la producción petrolera. Esta es la nueva realidad post-Cantarell que difícilmente se modificará en el corto plazo. No obstante, el crecimiento de la industria manufacturera ha compensado parcialmente esa caída. Las exportaciones manufactureras continuaron creciendo en el tercer trimestre gracias al comportamiento de la economía estadounidense. Sin embargo, su dinamismo es inercial. La falta de la ratificación del T-MEC no permite que lleguen las inversiones necesarias para acelerar las manufacturas. Mientras eso sucede, el sector seguirá aportando al crecimiento nacional gracias a que la economía estadounidense mantiene un buen ritmo. Además, una salida a la guerra comercial con China podría disipar los riesgos de desaceleración que ya se reflejan en la debilidad de sus exportaciones y la inversión. Sin duda, la decisión que tomó la Reserva Federal de reducir por tercera ocasión en el año la tasa de interés aumentará las probabilidades de que la expansión estadounidense continúe.
El otro dato que llama la atención es la señal de agotamiento del gasto de las empresas y las familias. La caída en las ventas de automóviles ya anticipaba que el consumo se estaba debilitando y la información oportuna del sector terciario muestra un crecimiento de 0%. Es decir, el comercio y los servicios no movieron la aguja en el tercer trimestre.
El cuarto trimestre no será diferente y es de esperarse que 2019 termine siendo un año de estancamiento económico. En este escenario, la economía mexicana se alejará cada vez más de su potencial, lo que dará espacio para que el Banco de México continúe con las reducciones graduales en la tasa de interés. Pero eso no será suficiente. Si la inversión privada no se reactiva y el T-MEC no se ratifica, es muy probable que la economía mexicana entre en una recesión somera el próximo año. Aumentar el gasto público y endeudar más al país no será opción para el crecimiento, ni siquiera en el muy corto plazo. En todo caso, será necesario mantener la disciplina fiscal y reorientar el gasto público para privilegiar la inversión en infraestructura.