América del Sur está en proceso de cambio. El descontento acumulado se hizo visible en las calles de varias naciones, donde la desigualdad aguda y añeja pareció explotar con una chispa que sorprendió a propios y extraños, empezando por sus propios gobiernos, quienes parecieron no calcular el impacto del resentimiento.

El tablero

En Chile, por ejemplo, casi dos decenas de personas murieron en protestas que comenzaron con un aumento de los costos del transporte público, pero que luego escalaron para reflejar una ira creciente por la desigualdad económica, así como los costosos sistemas de salud, educación y pensiones, que muchos consideran inadecuados.

En Ecuador, las violentas protestas de principios de octubre obligaron al presidente, Lenín Moreno, a revertir su propio decreto para recortar los costosos subsidios al combustible que han estado vigentes durante cuatro décadas. El Gobierno estimó que los recortes habrían liberado casi mil 500 millones de dólares por año del presupuesto, ayudando a reducir el déficit fiscal, considerado en un acuerdo de préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI) de 4 mil 200 millones de dólares.

Y otro botón: Bolivia, donde Evo Morales enfrentó protestas y vio cejas levantarse al interior y desde el extranjero luego que, apenas por unas décimas, logró su tercera reelección.

Perú (donde el presidente disolvió el Congreso) y Argentina (en creciente presión económica), también viven procesos de cambio político y financiero; Puerto Rico, Honduras, Haití, Guatemala e incluso Canadá padecen episodios de corrupción.

Aunque hay países de Asia, Europa y África en un estatus similar, pareciera que la similitud que prevalece es que se trata de jóvenes quienes encabezan las manifestaciones, coinciden especialistas.

Los factores clave

Sin embargo, en América hay más homogeneidad en el origen de los conflictos.

“Cada uno tiene sus propios matices, pero el hilo conductor de las manifestaciones es la desigualdad”, afirmó María Fernanda Vidal, politóloga experta en geopolítica y académica de la Universidad Panamericana.

“El modelo económico ha logrado disminuir la pobreza, pero no la desigualdad”, agregó, “no ha logrado satisfacer las demandas sociales mínimas en materia de salud y de educación”.

Fernando Neira Orjuela, investigador del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la UNAM, identificó como ejes rectores del reciente estallido sudamericano las políticas neoliberales, la corrupción y la polarización electoral.

“América Latina ha estado inmersa en un modelo económico neoliberal. Algunas naciones -como en el caso chileno y ecuatoriano- han agudizado esa propuesta de libre mercado”, expuso, “la dinámica de darle prioridad al proceso de privatización, de disminución de gasto corriente, de participaciones sociales, donde lo importante es la inversión extranjera, donde se privilegia los negocios de las multinacionales”.

El también doctor en Estudios de Población por el Colegio de México subrayó el caso chileno, porque “no es el aumento del pasaje del metro el detonante, son más de 30 años de soportar un modelo de dictadura donde los beneficiados fueron los grandes sectores económicos”.

Xavier Rodríguez

LEG