La primera anotación del equipo de Nueva Zelanda de rugby suele caer minutos antes del inicio del partido, en la ceremonia tradicional del Haka; sin haberse movido el balón, el rival ya se ha descubierto en desventaja. Esa danza guerrera, incluso más conocida por los no aficionados a este deporte que las reglas mismas, ha tomado inmensa celebridad mundial. Por su intensidad, por su derroche de poder, por la sensación de sometimiento al contrincante, por su apego a la ancestral cultura de esas aguerridas islas, el Haka ha pasado de símbolo maorí a símbolo del rugby.
Para comprender la profundidad del vínculo de ese ritual con la selección neozelandesa, basta con recordar que el gran escritor irlandés, James Joyce, inició su pasión por el rugby tras observar un Haka en la tercera década del siglo veinte. Como resultante, esa disciplina aparece de una u otra forma en sus principales obras, siempre con el equipo Bective Rangers de Dublín; lo mismo en El retrato del artista adolescente (“Era la noche del partido contra los Bective Rangers”), que en el reconocidísimo Ulises (“Se lo diré a mi hermano, el defensa de rugby del Bective, despiadado burlador”).
Para cuando Joyce observó el duelo entre Francia y Nueva Zelanda en 1925, el Haka ya tenía unos años consolidado como prólogo de cada aparición de los neozelandeses. El ritual variaría sobre todo en las palabras clamadas, pero videos y fotos de la época confirman que el Haka ha cambiado poco: “¡Prepárense para la batalla! ¡La tormenta de Nueva Zelanda está a punto de estallar! ¡Nos alzaremos sin miedo! ¡Nos alzaremos exaltados de espíritu! ¡Escalaremos a los cielos! ¡Tocaremos las mayores alturas!”. Así que para su obra Finnegans wake, James Joyce ya incluyó, a la par de la infaltable alusión al Bective Rangers, un amplio párrafo refiriéndose al Haka.
Una fascinación compartida por la mayoría de quienes hemos tenido el privilegio de observar un Haka en vivo y vibrar con esa coreografía que remite a otra etapa de la civilización (tan distinta y a la vez tan idéntica a la actual, el nosotros contra ellos es eterno).
Haka que pasó de rito a mito y esta semana provocó una crisis en el Mundial de rugby. Previo a la semifinal, los jugadores ingleses desistieron de pararse con esa pose victimista y resignada con la que suelen hacerlo quienes enfrentan a Nueva Zelanda. Mientras se ejecutaba el Haka, realizaron una formación en V, intentando atrapar metafóricamente a su rival. Los ingleses violaron la normativa que impide pisar más allá de medio campo para consumar esa V, sin importarles la inevitable multa. De pronto, los guerreros maoríes se vieron encapsulados y encerrados en su propia tormenta.
Desafiado el rito, desmitificado el mito, Inglaterra avanzó a la final.
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