Cada inicio de noviembre, las y los mexicanos nos reencontramos con nuestros antepasados, con aquellos que se nos han adelantado hacia su destino final: la muerte.
La visión sobre este hecho inevitable es distinta en cada cultura y constituye una herencia que forma parte de nuestra identidad y que, con el paso del tiempo, se enriquece.
El día de muertos en México es una tradición representativa de nuestro sincretismo cultural, que está más que viva, porque nos hace recordar y seguir conectados, de algún modo, con quienes ya se han ido.
La Ciudad se colma de un ambiente espiritual dónde las almas del más allá transitan libremente y se mezclan con sus habitantes, mientras se atavía de colores de papel picado y disfraces de catrina; de olores de flor de cempasúchil e incienso; de sabores de pan de muerto, mole, atole y pulque en sus ofrendas para rendir homenaje a los difuntos.
La muerte es parte de la vida, por eso la celebramos, incluso, bromeamos en ingeniosas y graciosas rimas llamadas “calaveritas” nombrándola “huesuda” o “calaca”. Otros países también conmemoran la muerte de maneras solemnes y festivas, como en la India donde por varios días se realizan ritos religiosos para invocar a los espíritus pasados; en Perú el fallecimiento no es motivo de tristeza sino de alegría pues representa el paso a una mejor vida en otra dimensión, por lo que se honra con comida, música y baile; en Guatemala se elaboran enormes cometas para echarlos a volar pues los consideran una conexión simbólica con las almas de sus ancestros, y en China donde las familias acuden a los cementerios para limpiar el lugar y entregar ofrendas y flores.
México es reconocido a nivel internacional por su valor cultural, razón por la que 35 bienes han sido inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial.
La festividad del Día de Muertos fue declarada por la UNESCO como una de las Obras Maestras del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad en 2003.
Dicha organización ha resaltado que la identidad cultural de un país encierra un sentido de pertenencia y es una riqueza que permite a los pueblos nutrirse de su pasado.
El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes destaca que el patrimonio cultural inmaterial, por su propia naturaleza, presenta una mayor vulnerabilidad en comparación con otras manifestaciones de éste, toda vez que depende de actores y condiciones sociales que permitan su preservación.
Como dijera Mahatma Gandhi “La cultura de una nación reside en los corazones y en el alma de su gente”, por eso, todas y todos los habitantes de la Ciudad de México debemos conocer y divulgar los valores culturales de nuestras tradiciones y fomentar el respeto, reconocimiento y transmisión de nuestro patrimonio cultural, que es un tesoro que afianza el origen de quiénes somos.
*Comisionada Ciudadana del Instituto de Transparencia de la Ciudad de México (INFO).
Twitter: @navysanmartin