El fundamentalismo es la última enfermedad infantil del Tercer Mundo
Francisco Umbral
Pocos hasta ahora han puesto expresamente en duda que la democracia es la mejor forma de organización política, sea cual sea el régimen económico que se tenga. Sin embargo, hay una muy extendida sensación de que está en crisis, porque no ha podido proporcionar a la población el nivel de vida a que aspira.
Nuevos autoritarismos la han retado, y aunque no han planteado su terminación, sí que han impuesto un tipo de directismo democrático, es decir, un sistema que tiende a sustituir la democracia representativa por la directa, como una forma de legitimar decisiones ya tomadas.
Digamos una vuelta falaz a los orígenes griegos de la democracia, cuando las decisiones se tomaban mediante una participación directa de los ciudadanos. Pero hay que recordar, por cierto, que la mayoría de las personas no tenía derecho a voto.
Si todo habitante de la polis hubiese podido votar al llegar a determinada edad, la democracia directa no habría funcionado ni en Grecia. Puede ser muy oportuna o imprescindible en grupos de tamaño reducido, pero a gran escala hace inoperativo cualquier sistema, además de prestarse al populismo y, por tanto, la negación del interés general en favor del grupo que más presión ejerza o la mesa que más aplauda.
Ahora bien, los directismos democráticos suelen ser fachadas de los neofundamentalismos. Las nuevas tendencias de análisis político han extendido el concepto de fundamentalismo más allá de los movimientos religiosos. Hoy, cualquier forma de organización puede ser enmarcada en ese término si cumple con 3 requisitos básicos:
1.- Creer ser portadora de la “única verdad”.
2.- Anular o negar toda opinión diversa.
3.- Imponerse por cualquier medio.
Seguro ya estará encontrando ejemplos de autoritarismos fundamentalistas con estructura de directismo democrático. Pero lo importante de este fenómeno, es que no proviene de la forma en que los seres humanos se organizan, sino de sus actitudes personales, de sus miedos e inseguridades. O sea, “Dios los hace y ellos se juntan”.
Mire, piense en cuánta gente que conoce vive bajo los tres requisitos básicos del fundamentalismo. Piense además cuánta presión ejercen; lo avasallantes que son. Tienen mucho miedo a la incertidumbre. Necesitan desesperadamente fundamentos inamovibles para aferrarse a ellos, que por otra parte no son más que creencias. Se vuelven personas sumamente manipulables, pues su fragilidad ante aquello que las hace sentir amenazadas es campo fértil para sembrar emociones basadas en el miedo, como la indignación, la ira, el odio, la envidia, el resentimiento.
El que un individuo busque certezas no es un problema, pero la creencia de que solo imponiendo sus verdades puede alcanzar seguridad, es un peligro para todo el que le rodee. Siempre han existido este tipo de personas. De hecho, puede decirse que todos hemos sido ellas, porque la búsqueda de certezas y seguridades es, por lo menos, una etapa en la vida de cualquiera.
Ahora, ya sea que estemos en esa etapa o que así nos conduzcamos siempre, podemos convertirnos en un peligro para otros cuando, frente a determinadas condiciones económicas, políticas y sociales, como el deterioro de la convivencia social, el empobrecimiento paulatino, la inseguridad e incluso la ignorancia, nos organizamos para imponer nuestra “verdad”, generalmente en torno a un líder con sus propios intereses, que sabrá sacar provecho de tales situaciones, manipulando las emociones, de manera que podremos terminar siendo un colectivo fundamentalista sin siquiera darnos cuenta de que estamos llevando nuestras carencias y debilidades personales a la escena pública.
Los fundamentalismos son, además, el caldo de cultivo de los fanatismos y la violencia, azuzados con la creación de chivos expiatorios, para calmar los ánimos, que más tarde volverán a ser exacerbados, pues hay que mantener a la gente con el miedo muy activo y la indignación al borde, para que subsista el fundamentalismo.
Ahora, en un análisis personal: ¿cuánta incertidumbre resiste usted, como para no volverse un neofundamentalista?
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