La crisis política en Bolivia ocasionó ayer un claro diferendo de opiniones entre la postura de México y las asumidas por Estados Unidos y la Organización de los Estados Americanos (OEA) sobre si se trató de un golpe de Estado lo que obligó a Evo Morales a renunciar a la presidencia de ese país.
En un duro discurso en la sesión extraordinaria de los Estados Miembros, realizada ayer en Nueva York, la representante permanente de México ante la OEA, Luz Elena Baños Rivas, subrayó que las presiones que recibió Morales de las fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad de su país “configuran elementos de un escenario de golpe de Estado, lo que México rechaza categóricamente”.
La embajadora también cuestionó el papel que jugó la OEA en plena crisis, y señaló que fue sorprendente que, “ante un quebrantamiento del orden constitucional que sume a Bolivia en la incertidumbre, la OEA únicamente haya emitido un breve comunicado el lunes”.
El secretario general de la OEA, Luis Almagro, aseveró que el golpe de Estado en Bolivia ocurrió el 20 de octubre, cuando Morales intentó cometer un fraude electoral, y pretendió la victoria en un proceso repleto de irregularidades.
“Ese pueblo que creía en sus reformas sociales no merecía ser engañado de forma tan afrentosa”, expresó Almagro y calificó como “autogolpe” la crisis generada por la manipulación de los comicios.
En tanto, el Gobierno de Estados Unidos consideró “ridículo” llamar golpe de Estado a lo que ocurrió en Bolivia el fin de semana, y también expuso que el ex presidente es el responsable.
“Rechazamos este reclamo ridículo de que la anulación de una elección fraudulenta sea un golpe de Estado (…) si hubo alguna vez una amenaza a la democracia fue la realizada por el Gobierno de Bolivia”, dijo Carlos Trujillo, representante de la Unión Americana ante la OEA.
Lo que sigue para Bolivia, concluyó la Organización, es continuar con el proceso institucional mediante el diálogo entre las partes para garantizar una transición pacífica.
LEG