Salvador Guerrero Chiprés
@guerrerochipres
La desaparición de la Policía Federal mantiene sus secuelas. Este martes se renovó la confrontación de sus ex integrantes con la autoridad a unos días de que el gobierno capitalino diera a conocer su protocolo de atención de bloqueos y manifestaciones.
Con la terminación de la vida de ese cuerpo policial acabaron las prerrogativas económicas muy superiores que tenían sus integrantes -respecto de las que tendrán los elementos incorporados a la nómina de la Secretaría de la Defensa Nacional-, trasladados por acuerdo político y legal a la Guardia Nacional.
Es en ese fin de ciclo donde se localiza la irritación de integrantes de un cuerpo policial que hacía posible recibir tres o cuatro veces más de su salario neto mensual por ser comisionados fuera de la ciudad durante largos periodos.
Apostaron a la permanencia de esa situación y miles de ellos se endeudaron con un nivel de vida insostenible sin aquel ingreso.
Las manifestaciones de encono que ayer generaron una situación intolerable para los viajantes al aeropuerto, además de 32 lesionados, son parte de los ajustes indispensables en la estrategia de la fuerza política dominante para enfrentar el desafío de la inseguridad en todo el país: hace más accesible su costo, neutraliza inercias tanto como cancela derechos previos que impedían su dinamización y, sobre todo, crea una símbolo y una promesa de que el gobierno cuenta con un instrumento ante los problemas de la inseguridad apoyándose en los créditos y méritos reales del Ejército Mexicano.
Entre los afectados directos del cambio institucional asociado al fin de la PF y al nacimiento de la Guardia Nacional y entre los malquerientes del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, suman una significativa cantidad de voces cuyas opiniones inevitablemente están asociados a los intereses laborales de los primeros y la visión político ideológica de los segundos.
Actualmente, quienes defienden la respetabilidad de la PF prácticamente son el mismo segmento de la población que votó contra AMLO y que, con todo derecho por otro lado, ha convertido ese tema y el gran asunto de la seguridad, en el espacio de reorganización de sus capacidades críticas frente al Estado con base, ciertamente, en que el problema es al mismo tiempo real y subjetivo, de datos y de percepción, de realidades y opiniones.
Los más críticos del gobierno de AMLO, más ahora que antes, encuentran en la PF virtudes con los mismos ojos que ven únicamente deficiencias en la Guardia Nacional.
Son los puntos de vista de una oposición que, legítimamente, ve en la seguridad el principal problema del país como ocurre, por cierto en este caso, con el resto de la opinión pública nacional.
Para el jefe de la policía de la capital nacional, Omar García Harfuch, la tensión personal entre haber sido integrante de la PF y ser responsable de la Secretaría de Seguridad Ciudadana se resolvió aplicando el protocolo: básicamente con un periodo breve de abierta disposición al diálogo y de una segunda etapa de la inevitabilidad del uso de la fuerza.