Con un parque de casi 10 millones de vehículos, que se desplazan por las 16 alcaldías de la Ciudad de México y los 18 municipios conurbados del Estado de México, el próximo miércoles 20 de noviembre el Hoy No Circula cumple 30 años de su entrada en vigor en el Valle de México.
No hay nada que celebrar, pues ahora los problemas son mayores en esta metrópoli.
El programa que impulsó en 1989 el entonces regente del DDF, Manuel Camacho Solís, llega a esta fecha envuelto en la obsolescencia. Dejó de ser eficiente, pues en sus primeros años retiró de circulación diaria al 20% del parque vehicular, y ahora es del orden de 6%, debido a que casi el 70% de los automóviles son de modelo reciente (con antigüedades menores a 8 años) y circulan diario con hologramas 0 y 00.
En su diseño este programa enfocó su objetivo central en proteger la salud de la población y reducir las emisiones tóxicas a la atmósfera del Valle de México; sin embargo, a tres décadas de distancia esto no se ha logrado, como tampoco se ha incrementado el uso del transporte público, pues la compra de automóviles particulares sigue en aumento.
Hoy enfrentamos una seria crisis de movilidad y de mala calidad del aire (en el 90% de los días del año), y esto sin entrar al tema de las enfermedades respiratorias, pulmonares y cardiovasculares, que se han multiplicado en la población por las altas emisiones diarias de dióxido de carbono, partículas finas (PM10 y PM2.5), Óxidos de nitrógeno (precursores del ozono), Óxidos de carbono, Óxidos de azufre, Compuestos Orgánicos Volátiles y otra serie de hidrocarburos. Todo este cóctel químico en el Valle de México es producto de la quema en promedio diario de 30 millones de litros de gasolina.
El impacto del abultado parque vehicular ha generado que las llamadas hora pico, que hasta hace dos décadas era de 6 horas en promedio diario, ahora es de 14 horas caóticas en días laborables, según urbanistas del Colegio de Arquitectos de la Ciudad de México.
Y de acuerdo con los expertos en movilidad, un estudiante universitario o un empleado, destinan casi dos horas en llegar a su destino, sin considerar los viajes redondos.
Los propios urbanistas indican que otro fenómeno que altera la circulación se debe a que la superficie de rodamiento de la ciudad es ocupada, en un 75%, como estacionamiento, con lo que proliferan los cuellos de botella en las avenidas y calles.
El Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo (ITDP, por sus siglas en inglés) señala que existe un parámetro a nivel internacional en los que viajes urbanos, sean a las escuelas o centros de trabajo, entre otros y que impliquen más de 30 minutos impactan la calidad de vida por accidentes viales, por el estrés y afectan la salud por la contaminación del aire.
Y en el ámbito económico, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE) el intenso tráfico en las metrópolis como el Valle de México genera pérdidas superiores a los 82 mil millones de pesos al año.
Al cumplirse 30 años del Hoy No Circula y al tener muestras de su poca efectividad, es hora que las autoridades impulsen programas masivos de reingeniería vial para privilegiar el transporte público, modernizar cruceros caóticos, extender y conectar redes de ciclovías, ampliar banquetas, y en suma que el diseño urbano para los próximos años sea más seguro.
Esto ya se tiene en otros países. ¿Esperaremos otros 30 años?