Algo se está moviendo en las alianzas y disputas del mundo árabe. A dos años y medio del boicot a Qatar por parte de sus vecinos, el futbol (y no la política, y no las cumbres internacionales, y no los tratados comerciales) nos permite inferir un cambio.
Las selecciones de Arabia Saudita, Bahréin y Emiratos Árabes Unidos han aceptado la invitación para jugar la Copa del Golfo Árabe en estadios qataríes a fines de este 2019. Eso se contrapone a su veto del año pasado, cuando la sede debió moverse a Kuwait por su negativa a pisar Qatar. Para un evento en el que no participan más que ocho equipos, resultaba inviable la escapada de tres, así que no hubo más alternativa que la mudanza a uno de los pocos sitios más o menos neutrales de la región, como lo ha sido Kuwait en esta crisis.
¿Qué es distinto ahora? ¿Qué se ha modificado? ¿Cómo ha cambiado la relación entre estos países? En sentido estricto, el congelamiento sigue tan vigente como unos meses atrás, aunque difícil asumir que Qatar continúe aislado por cielo, mar y tierra, si quien promovía ese aislamiento (Arabia Saudita) acudirá a un torneo en la capital Doha.
Un conflicto que tenía como fondo la creciente influencia de Irán en Qatar (recordando la rivalidad regional: los sauditas son la mayor potencia sunita, como Ios iraníes la chiita) y que imposibilitó el sueño de la FIFA de adelantar su Mundial de 48 competidores. Para que eso ya sucediera desde el año 2022 y no tener que esperar hasta el 2026, era imprescindible que dos vecinos accedieran a albergar diez cotejos cada uno. En las fantasías de Gianni Infantino, algún emirato glamuroso como Dubái o Abu Dabi, más el mismísimo reino saudita: millones lloviendo por doquier.
Sin embargo, eso no pudo ser. Con el Mundial relativamente cerca, acaso estamos entrando a una nueva etapa en la geopolítica de la región. Hoy casi podemos desechar algo que era factible al cierre del año pasado: un boicot mundialista.
Si Arabia Saudita enviará a sus futbolistas a Qatar para la Copa del Golfo Árabe, no hay razón para pensar que deje de hacerlo en plena Copa del Mundo. Quizá detrás de todo esto, el único derrotado es Irán. El colmo iraní ha sido que su partido eliminatorio frente a Irak de esta semana debió moverse a Jordania por tensiones políticas en Bagdad: la amenaza de utilizar ese encuentro deportivo como centro de protestas masivas en contra de la presencia iraní en Irak.
Para colmo iraní, hasta el nombre de esta competición que devolverá tiende a normalizar la relación qatarí-saudita, le es ofensivo. Irán siempre se indignará al escuchar que se le llame golfo árabe y no golfo pérsico, el primero hablado por casi todos en la zona, el segundo primordialmente en Irán.
Por lo pronto, al menos en el futbol, Qatar ha dejado de ser un paria.
Twitter/albertolati