Reconocer las nuevas realidades nacionales pasa por identificar las antiguas y, entre ellas, advertir que los varones son también víctimas de violencia familiar.
En un entorno ciudadano y público crecientemente incluyente, es una oportunidad cívica y política, es decir un espacio para la actuación y la educación que construye a nuestra comunidad nacional, identificar que los hombres son, con mucho mayor frecuencia de la que pudiera pensarse, víctimas de aquella violencia proveniente de quienes no solamente son víctimas sino también victimarias.
Los varones padecen la violencia familiar en sus dimensiones física y psicológica. La actitud de los agentes del Ministerio Público, en el escaso número de ocasiones en que existe disposición a denunciar, es doblemente inhibitoria de la acción jurídica de hombres respecto de mujeres. La burla es frecuente en ese pequeño número de incidencia que busca la apertura de una carpeta de investigación.
En este Día Internacional del Hombre, son útiles algunos datos para avanzar en esa conciencia de la diversidad de origen de las violencias que desborda comprensiones convencionales de género omisas de la visibilización de la violencia femenina contra el varón.
Hombres de entre 46 a 55 años, que se han atrevido a denunciar o reportar su condición de debilidad e incipiente empoderamiento, han sido quienes más se han comunicado, por ejemplo ante el Consejo Ciudadano para la Seguridad y la Justicia de la Ciudad de México, para denunciar maltrato, con el 36% del total. Después de ese segmento, el grupo de quienes tienen entre 31 a 40 años representan el 27%.
En 45 de cada cien casos, se señala que quien ejerce la violencia es la pareja, el porcentaje restante se divide en familiares (incluidos los de la pareja), hijos y padrastro.
En la totalidad de los casos se reporta violencia física y en el 54% ésta va acompañada de psicológica. Así es, se incluyen insultos constantes y denigración por parte de la victimaria y existen casos de violencia patrimonial.
En una época en que tenemos la oportunidad, no menor, de crear un debate extendido y trascendente sobre las condiciones de género y su ubicación en el contexto de las maneras en que se está reconstituyendo un nuevo modelo de familia diversa, asumir que existe la violencia femenina contra los varones es una vertiente que debe ser recuperada.
El propio sistema sociopolítico, con sus pagos explícitos e implícitos de violencia sistemática machista y patriarcal, podría estar en condiciones de revisar el modo en que los hombres son también sujetos de una violencia que no tiene como origen un género exclusivo.
Conforme se estabilizan los componentes de las agendas progresistas de nuestro país y del mundo, podríamos aprovechar para repensar cuál es el lugar que podríamos asignar a la violencia contra los hombres, que forma parte de este “patriarcal machismo”.